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martes, 28 de agosto de 2012

textura









martes, 24 de enero de 2012

Fanfic SasuSaku: Equilibrio Ciego

Cap.4: Prevenida


El diablo susurró entre las hojas: “Es bonito, pero el amar realmente merece la pena?”




Sasuke terminó de vestirse meditabundo, sin prestar atención a sus movimientos, su cabeza voló junto con su cordura, explayándose en la inesperada “visita” de Sakura.



Era malditamente consciente de que el estar parcialmente desnudo en una cama y tenerla a Ella inclinada cerca suyo, expectante y sonriente, confiada y oliendo a cielo, era lo más cercano que había estado alguna vez, y de lo que estaría jamás, de rozar sus fantasías más salvajes. No sabía si reír o llorar por ello.



Aún no me podía creer que se hubiese colado en mi dormitorio. Cuando éramos ambos más jóvenes es cierto que convertimos el “allanamiento” en una costumbre, pero desconocía que mi hermanita aún tuviese ese hábito.



De tener constancia, es tan claro como el agua, que me habría pillado con un pijama grueso de cuello alto y tanta tela sobre mí como para asfixiarme. De solo pensar que me había visto medio desnudo, con el pelo tieso, legañas en los ojos y, que por supuesto, seguro la había deleitado con una sonata de ronquidos; hacía que tuviese ganas de escarbar un hoyo y quedarme allí hasta que se me pasase la vergüenza, digamos… ¿unos 30 años? Rogaba a Dios que al menos no se hubiese percatado de mi erección matutina (que nada tenía que ver con la hora del día y sí con la persona que me había despertado), porque de lo contrario ya podía ir añadiendo otros 30 años a la suma.



De lo que estoy seguro, es que con vergüenza o sin ella, el episodio de hoy no lo olvidaré en la vida. Nada más entreabrir los ojos, allí estaba Ella, resplandeciente, como una sirena que tienta a los marineros a su paso; y apunto estuvo de chocar contra las rocas.



Luego de toda una noche de sueños tórridos con Ella; los cuales tengo tan a menudo que ya he sobrepasado el punto de retorno, ya no siento ni vergüenza al hablar de ellos; aún así fue inevitable que al tenerla tan próxima, con todo en mi mente tan reciente, me excitase.



Generalmente cuando Sakura anda cerca, o bien intento no mirarla directamente a los ojos (al igual que hacía en el pasado), o bien, si es inevitable el roce, poner todo mi autocontrol a funcionar para no lanzarme sobre ella como un salvaje.



Hasta la fecha nada de esto ha parecido funcionar para dejar de desearla, o para que mi lujuria por ella disminuyese, pero al menos he aprendido a no ceder a los impulsos, a no destruirla y atarla conmigo en la caída; que es más de lo que un hombre, que cualquier hombre que siente, puede otorgar. A fin de cuentas, no soy un santo, no soy el héroe.



Tan solo soy un ser humano que anhela, siente, quiere, teme, se ahoga y cae…cae en una rueda puesta a la fortuna de la vida, como un cliché Shakesperiano. Qué absurdo, que certero; cuán precio.



Alguien dijo una vez que todos somos marionetas del destino, si es así entonces mi sino debe divertirse de lo lingo conmigo, como si fuera una de sus piezas favoritas del tablero (o quizás la única que se le resiste)…y yo le reto: << ¿Acaso no tienes nadie más a quién atormentar? ¿Otro peón con quien jugar?>> Pero sé por experiencia que el hado se jacta de mí, riéndose en mi cara, espoleándome a cometer alguna estupidez, apostando en mi contra cada vez una mano mayor, a la espera de que ceda y me desmorone, de que haga una estupidez.



Posiblemente es una insensatez pretender retomar una relación “saludable” con mi hermana, quizás hace ya tiempo que sobrepasé ese punto de no retorno y no me di cuenta. O tal vez el incidente de hoy es algo puntual, una escena que estoy calibrando más de la cuenta. Tal vez nunca vuelva a suceder un episodio parecido y jamás me vuelva a encontrar en estos embrollos. Tal vez…. ¡uf!... ¡hay tantos “tal vez” en mi vida!



¡Joder! ¿Es que uno no va a poder estar tranquilo ni mientras duerme?

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Las horas en compañía de Naruto siempre me pasan deprisa, hoy no fue la excepción.

Cuando salí de mi clase semanal de pintura y me encontré “casualmente” con el rubio, con un hambre atroz en el cuerpo (ya que eran más de las dos y media de la tarde y yo sin almorzar) y con ninguna buena excusa para zafarme de su compañía, terminé por aceptar salir a comer algo por ahí. Como dijo el ojiazul; “por los buenos tiempos”.



Acabamos entrando al local <>, un restaurante de reducidas dimensiones pero que contaba con dos formidables chefs, quienes empleaban el negocio más como un juego en prácticas que como establecimiento en sí. Es decir, ellos creaban continuamente nuevos platos para colocarlos después en fila india sobre una tira en constante movimiento, como las del súper. Si lo que se busca es originalidad e innovación, entonces este es tu sitio (y por un módico precio además). ¡Leches! ¡Deberían contratarme como publicista! …



Durante mi noviazgo con Naruto, éste me trajo aquí incontables veces, fundamentalmente porque los chefs siempre probaban a hacer recetas nuevas de ramen, como dicho plato es su favorito, nunca se las quería perder.



La conversación con mi ex fluyó, con Naruto siempre era así, tenía un don para la palabra, no importando la situación o el ridículo que pudiera hacer, él siempre lograba que me sintiese cómoda a su lado. Y esta faceta suya, fue primordialmente lo que hizo que me interesase en él cuando lo conocí. Sin embargo, en cuanto a la intimidad se refiere, fue un completo desastre.



Todos tenemos nuestras fantasías secretas/preferencias, pero jamás sospeché sobre la tendencia sexual de Naruto. Al parecer era masoquista, así que el único modo de conseguir que se excitara era a través de métodos poco…convencionales: bofetadas, tirones de pelo o de orejas, mordeduras hasta sangrar, latigazos de cinturón, golpes de pala en sus cachetes, el uso de tenazas para…(en fin, creedme, si digo que no querréis conocer el resto).



Al principio todo fue bien, incluso excitante; pero con el tiempo acabé haciendo cosas que luego lamentaba, con cada contusión en el inmaculado cuerpo de Naruto, más me odiaba (por lo que hacía, por lo que me hacía hacer y por lo que me hacía a mí misma).



Me encantaba pasar el tiempo con el rubio, siempre tan divertido, todo luz atrayente, supongo que en cierto sentido lo veía como mi ángel redentor, como mi guía en medio del mare magnum que era mi vida bajo la superficie. Pero en cuanto lo conocí mejor, me hice a la idea de que él tampoco es ningún ángel, no es la perfección que anhelaba, él también tenía sus quebraderos de cabeza y sentimientos inquietantes. Mi error fue no darme cuenta…o hacerlo demasiado tarde.



Yo miraba a Naruto y veía todo cuanto codiciaba, era la personificación de mi propia interpretación vacía, pues él verdaderamente es la que aparentaba (quizás no fuese un adonis, pero no fingía nada. Nunca). Si estaba triste o enfadado lo transmitía en su voz, gestos y comportamiento. Su rostro era como la ventana de su espíritu, transparente. Naruto era así, transparente. Es lo que yo me esfuerzo tanto en fingir.



Supongo que Naruto vio en mí algo parecido, creyó contemplar la silueta de la perfección y cayó encandilado, salvo que en mi caso…jamás descubrió lo que tras la fachada se escondía. La única vez que me desmoroné, que dejé de sostener el telón, fue precisamente el día en que terminamos nuestra relación.



No obstante, durante el tiempo que duró nuestro noviazgo, fingí espléndidamente, ¿no lo hago siempre? Pero estaba tan sola con mis padres siempre trabajando o Sasuke vagando solo sabe Dios dónde o con quién…que hice de Naruto mi ancla, hasta que todo se descontroló.



Cuanto más lo conocía mayor era el abismo que nos separaba, más me daba cuenta de lo distintos que éramos; pero decidí ignorarlo…”corazón que no ve, corazón que no siente”…pero sí que sentía…y fue doloroso.



Después de intimar, la línea invisible que nos separaba se hizo más fuerte y dilatada, que no se malentienda; no es que Naruto fuese un masoquista extremista, de esos a los que tienes que torturar o atizar hasta hacerlo medio desangrar (a extremos y cuanto más mejor) para lograr excitarlo completamente, con que le diese un par de cachetadas furiosas (al puro estilo “pelea-de-enamorados”), lo pellizcase en el momento justo (en trasero, hombro…donde lo pillase) para tener luego sexo desenfrenado y dar a su orgasmo una mayor altura era suficiente para él. No es nada con lo que no pudiese lidiar; pero no fue hasta el fatídico <> que no me di cuenta de cuán diferentes somos nosotros y nuestros gustos. Supongo que en cierta forma no me importaba el tipo de relación que mantuviéramos, siempre y cuando Naruto no me dejara. Pero no siempre se puede tirar de una cuerda floja.



Aquel funesto domingo quedamos para ir a un nuevo salón de juegos (en la zona donde vivimos no hay muchos sitios a los cuales salir y la noticia del salón recreativo era todo un evento), yo había tenido un mal día (en realidad uno peor que malo) y él llegaba tarde; así que cuando por fin apareció, con su estúpida y alelada sonrisa en su “perfecta” cara, exploté. No sé qué se apoderó de mí, pero al minuto estaba de pie ante él, y al siguiente estaba sobre él, en mitad de la acera, golpeando su rostro una y otra y otra vez con mis puños cerrados.



Naruto, mi ingenioso y querido Naruto no se resistió, ni siquiera movió un dedo para defenderse, tan sólo se quedó allí tumbado mirándome, entre sobrecogido y asombrado, sangrante. El ver gotear ese vital fluido rojo fue lo que me refrenó, la guinda que me hizo volver en mí.



Los sonidos se hicieron nítidos y cuando alcé la vista, me arrepentí al momento. Decenas de curiosos se arremolinaban como aves de rapiña a la espera de más espectáculo, las mujeres gritaban “¡salvadlo, quitádsela de encima!” o “¡que alguien lo ayude!”…y cosas por el estilo, pero ellas no movieron ni una de sus preciosas uñas para interponerse entre Naruto y yo, algunas hasta lloraban, ¡Por Dios! tanto drama…



Cuando volví a mirar hacia abajo, unos ojos brillantes me esperaban.



Naruto tenía el labio partido, así como una de sus cejas y un profundo corte en la mejilla. ¿Había hecho realmente yo eso?, miré mis manos que temblaban, y al ver la sangre y el anillo del revés, el cual era filoso por culpa del desprendimiento de una de sus piedrecillas de amatista, supe que sí.



No recuerdo lo que dije o lo que hice después de aquello, pero fue Naruto quien me sostuvo en apretado abrazo hasta que no quedó dentro de mí más llanto, fue él quien me siguió mimando y mirando con deseo mientras me besaba el pelo. Y al tener conocimiento de que mi “rabieta”, por decirlo suavemente, lo excitó; como evidenciaba la oculta presión de su miembro contra mis vaqueros, tan solo sirvió para empeorar más las cosas.



Esa tarde Naruto me vio por dentro, tal cual, sin el disfraz de princesa; y le gustó, ¡Dios, le encantó!; pero yo no me gustaba a mí misma, ¿cómo podría? Convertí a mi amante, novio y amigo en mi chivo expiatorio. Descargué el resentimiento de toda una vida en alguien que aprecio. Soy despreciable, un mal bicho, la mala hierba, perversa, cruel. Pero hasta ese día, nunca supe hasta qué punto.



Si yo no hubiera terminado mi relación con él (haría ya unos 6 meses), me habría acabado destruyendo a mí misma. Todos tenemos un tope, y yo lo sobrepasé. Mala chica.



Durante la comida de hoy con Naruto hablamos de esto también, a él no le importa como sea…mientras le siguiese abofeteando tan fuerte hasta hacerlo llorar…mientras enterrase las uñas en su espalda tanto como me fuera posible, tan hondo que le saltase la piel a tiras, como surcos diminutos de latigazos…Naruto quería ser mi particular catalizador de daños, pero yo no podía permitir eso. Sino por él, por mí, porque con cada herida suya, más profunda se hacía la yaga que mora en mi corazón, más hondo caía, más me humillaba, y yo lo que quiero es precisamente lo contrario: huir; volar fuera del pozo, no apretujarme en sus entrañas ¿se entiende o estoy loca? Bueno…quien sabe…



Él quería más de esto, más de lo que le pudiese ofrecer. Y yo no quería separarme de su lado, tal vez por el único motivo de que él me veía. Realmente me veía sin las gafas rosas, le gustaba yo, ¡YO! Pero en ambos casos el tipo de relación no era amor.



Entre tazón y tazón de ramen hoy hablamos también de sus planes, pronto se mudaría en consecuencia al divorcio de sus padres y quiso despedirse. ¡Dios, soy codiciosa incluso para esto! Naruto me gustaba, pero sólo como un amigo, de hecho, pasase el tiempo que pasase, siempre sería mi mejor amigo, mí más querido y preciado. Mientras me hablaba de la mudanza y de los proyectos que tenía para el futuro, en lo único que podía pensar era en que no quería que me abandonase. Soy avariciosa incluso para esto, es como si tuviese la situación que tuviese, me sintiese insatisfecha en la vida…bueno, en realidad sólo con la mía.

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Eran las siete de la tarde pasadas cuando Sakura llegó a casa, no sin antes evadir a un vendedor ambulante, unos nubarrones que no tenían muy buena pinta y más de un par de colegialas que preguntaban por la dirección de Sasuke. Antes simplemente la interrogaban para saber si su hermano se dejaría caer por la “Paladium” o el “Soho” (ambos unos locales de mala muerte), pero ahora que parecía que cada vez pasaba más tiempo en casa, los esfuerzos del alumnado femenino habían pasado de lo imperioso a lo titánico. Sinceramente, me daba más miedo encontrármelas a ellas en un callejón oscuro que a un vándalo. ¡¿Quién sabe lo que estarían dispuestas a hacer por conseguir sus propósitos?!



Mientras se sacaba los zapatos y los guardaba en un casillero, el dulce olor de la comida casera recién hecha impregnó todo el pasillo, seduciendo su olfato. Un momento, olía como a… ¡galletas!...ummmm…casi podía saborearlas...



Caminó, o mejor dicho, trotó hasta llegar a la cocina; y una vez allí se detuvo en seco. De nuevo, Sakura hubiera dado cualquier cosa por tener una cámara digital a mano, la estampa de Sasuke; remangado hasta los codos y mirando ceñudo un libro de recetas, concentrado como si intentase resolver un problema dificilísimo, con restos de harina en la mejilla y el rubor propio del haber trabajado entre fogones, era la cosa más encantadora que había visto en mucho tiempo. Casi se podía ver al niño pequeño que fue en su día. ¡Kawaiiiii!



-Me has dejado ciega –dijo ella, con una sonrisa torcida.



Él, al oír su voz, dejó lo que estaba haciendo para mirarla, se irguió lo más que pudo. Metió los pulgares bajo las solapas de la parte superior del delantal e hinchó el pecho.



-No puedo dejar que me eclipses –decidió Sasuke. Después de indicarle por señas que se sentase en uno de los taburetes de la cocina, volvió a lo suyo.



Sakura hizo un intento por saquear una galleta de las de la primera horneada, una nunca estaba lo suficiente llena para comérselas; pero Sasuke tenía otros planes; le dio un cachete en la mano con una espátula de madera justo cuando había escogido la más grande, haciendo que ésta cayese de vuelta al plato.



-¿Sabes? Es injusto, ¿cuántas te has comido tú ya? –replicó ella.



Él la ignoró, aunque sonreía divertido. En realidad Sakura tenía el estómago lleno (¿quién no después de zamparte tres cuencos de ramen?) pero viendo como tanto se esforzaba… ¡incluso le había preparado galletas!, reculó en su diatriba. Habría sido bastante descortés, sino cruel, el soltarle tal lindeza; sobretodo porque había sido ella lo había manipulado (muy sutilmente, por supuesto) para que preparase la cena. Así que por el contrario curioseó:



-Ya que no me dejas echarle el diente a mi postre favorito, ¿vas a decirme al menos que hay para cenar o es un secreto de estado?



-Nada espectacular; arroz con curri, algo de pulpo a la plancha y la ensalada con verduras del todo a cien.



-No, en serio.



-Lo digo en serio, esto es lo que hay de cena. –señaló en su tono más convincente. Veamos, o era mejor actor que ella o… ¡válgame Dios!... ¡realmente tenían rabos de pulpo para cenar!... ¡y la ensalada reseca del 24 horas!... ¿era demasiado tarde para justificar que estaba llena?



- No me mires así. –intervino él.



-¿Así como?



-Como si fueras una niña pequeña a la que hubiesen estafado con ir al dentista en vez de a Disneylandia.



Ese comentario rompió la tensión que súbitamente se propagó por el ambiente y los hizo a ambos reír. Sí, advino al ver como los músculos tensaban la camisa de Sasuke, decididamente no era un niño. La imagen de él reclinado en su cama, con una rodilla parcialmente levantada y el torso al descubierto, indefenso mientras dormía, aún no se le había borrado de la memoria, tal vez nunca.



Y cuanto más lo pensaba, más segura estaba de la hermosura de su hermano. No importaba lo que estuviese haciendo, ni el estado de ánimo en el que se encontrase (furioso, cansado, leyendo, animado…) él siempre se veía bien. La artista que habitaba en ella no podía escaparse de hacer comparaciones; con sus facciones relajadas, su piel casi del blanco más puro, los ojos de un ónice intenso que evocan a soñar y una naturaleza de fuerte temperamento controlado; Sasuke era inolvidable. Bello e inolvidable. Y antes de darse cuenta Sakura preguntó:



-¿Sasuke, posarías para mí?



El aludido, quien estaba revolviendo los armarios de la cocina en busca de las especias, se sorprendió de tal modo, que no vio venir la manilla de de la estantería superior que mantenía abierta hasta que fue demasiado tarde. Un sonoro ¡plok! Fue lo único que le advirtió a SaKura del echo; bueno… eso, y que hacía un instante estaba de pie y al siguiente yacía despatarrado de espaldas al suelo con un dolor del demonio en la sien.



El repiqueteo de unos pasos sobre la madera barnizada fue lo que le advirtió a Sasuke de que ella se aproximaba. Genial, nada como hacer el imbécil frente al amor de tu vida para que ésta acudiera con la compasión de 10 hombres (y necesitaría la fuerza de otros tantos) si iba a intentar levantarlo o arrastrar su culo a algún sitio. ¿Cuánta más miseria se le iba a venir encima? ¿Es que el destino no tenía compasión?



-¿Se puede saber que estás haciendo en el suelo?



Sasuke indicó el armario superior con la puerta aún zarandeándose:



-Me golpeé con la manilla.



-¿En la cabeza?



-Eso parece. Menos mal que es dura, ¿huh?



Ella sonrió ante su humor tan fuera de lugar. Sakura se agachó a su derecha y le sostuvo la cabeza con ambas manos. Sasuke contuvo la respiración cuando ella retiró suavemente el cabello de su rostro para examinarle la frente, debía de tener un buen chichón (al menos se sentía como si lo fuese) y él era un bastardo egoísta por desearla de la forma que lo hacía.



La mirada preocupada de su cara era suficiente para hacer que quisiera hacerse daño otra vez para ver si ella se preocupaba aún más. Afortunadamente no era tan masoquista. Aún. Se puso en pie aferrándose con fuerza a uno de los taburetes y se sentó en él, con los codos apoyados en la mesa y una mano tapando parcialmente su rostro, ocultando así cualquiera de los pensamientos que invadían su mente. Esperó en silencio mientras Sakura volvía a tomar asiento, intentando que diese la impresión de que se tapaba el rostro debido al leñazo y no a la vergüenza.



Cuando estuvo lo suficientemente recuperado, se aclaró la garganta, tosió como quien no quiere la cosa y después investigó:



-¿ A qué tipo de posado te refieres?



-¿¿Um??



-Antes de la caída mencionaste algo al respecto de posar.



-¡Ah, si!...bueno….no es como si nunca antes hubieses estado parado frente a grandes multitudes de frescas, digo…de chicas, así que esto no debería ser un problema…



-Sakura, al grano.- Era imposible que le estuviese sugiriendo que modelase para ella desnudo, e incluso ligero de ropa. Hace ya mucho que tengo asumido esto, sé mejor de nadie lo absurdo que es mantener aún sentimientos por ella, el deseo de un amor unilateral; así que de ningún modo me auto torturaré al ir por esos derroteros. Pasar más tiempo con ella tan solo serviría para enamórame aún más y para darle nuevas oportunidades de que descubra todo lo que siento. Ya tengo presión suficiente tal y como están las cosas. Así que, no gracias.



-Te parecerá una locura –continuó ella- Pero eres el modelo perfecto, das completamente el pego. –Cuando vio que su hermano fruncía el ceño, Sakura aclaró- Es tu imagen Sasuke, la harmonía en tus movimientos, la elegancia de tus gestos, tu carisma. Todo tú. No dejo de darle vueltas al asunto y cuanto más lo medito más convencida estoy de que si no te pinto me arrepentiré. Y tú no querrías eso, ¿verdad?–cuando escuchó cómo él tomaba aíre sonoramente, Sakura supo que iba por buen camino- Sasuke, no importa como, no logro sacarte de mi mente. –aunque se moría de la vergüenza al admitirlo, no se interrumpió, era necesario que viese la honestidad en sus palabras si quería que él cooperase; no era tiempo de ser prevenida-Te veo arropado solo por una sábana o con la manopla del horno en la mano, con tu rostro vulnerable y relajado y….y….¡Dios, Sasuke! Eres hermoso….eres tan hermoso…. ¿No lo harías por mí? ¿Tan difícil te resultaría el posar un rato para mí?


Continuará....

Fanfic SasuSaku: Equilibrio Ciego

Cap.3: Arrojo


El tiempo pasa más rápido de lo que me gustaría, y aún así, ¿por qué me torturo por ello? Si es algo que no tiene solución, ¿por qué me irrita y enfurece?

El paso de las estaciones se escurre como arena entre mis dedos, no es algo que pueda controlar, pero aún así, intento aferrarme a ella. Tengo tanto que decir, tantas emociones por liberar…pero no consigo expresar ni lo uno ni lo otro. Ya ni siquiera conmigo mismo.




¿Cuántos años han pasado desde la última vez que me miré al espejo y no aparté la cara? ¿Cuántos desde la última vez que compuse una expresión sin estar fríamente ensayada? ¿Cuántos?



Y, lo mire por donde lo mire, todo son agravios. El mismo tiempo lo es. Todo se marchita, al igual que yo. Y lo más curioso es, que nadie a mí alrededor parece darse cuenta.



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Esta noche he vuelto a soñar con Sakura, cómo no. Pero esta vez las visiones son mucho más vívidas; con cada día que pasa las imágenes se tornan más y más tórridas, más sugerentes, más dolorosas. Nadie debería experimentar tamaña tortura. Nadie.



Ya soy esclavo de estas sensaciones…estoy temblando. Esta noche ya me es imposible pegar ojo.

Bajé de la cama, me embutí en unos pantalones de franela plateados que cuando me acuerdo empleo de pijama (tampoco es cuestión de andar desnudo de aquí para allá) y me dirigí hacia el salón; quizás la televisión consiguiese lograr lo que mi cuerpo se negaba a hacer: dormir, relajarse y descansar.



Nada más poner la mano en el pomo de la puerta, me di cuenta al sentir el frío tacto del suelo bajo mis pies, de que estaba descalzo; crucé la habitación y saqué un par de zapatillas de felpa del armario, la cuestión era no solo no helarme los pies, sino también hacer el mínimo ruido posible. Dudaba sinceramente de que mis padres hubiesen regresado a casa, probablemente aún estuviesen trabajando en la oficina, pero por si acaso….no era tiempo de despertarlos tampoco. Ni a ellos ni a Sakura.



Mientras atravesaba el ancho pasillo en dirección al salón me di cuenta de que había multitud de cuadros nuevos colgados de las paredes, ¿cuánto tiempo llevarían allí, y por qué era la primera vez que los veía? Por el amor de Dios, se suponía que aquella también era mi casa, pero no pasaba un solo día en el que no descubriese algo nuevo. ¿Tan despistado me había vuelto?



Me acerqué al cuadro más próximo que era además el que tenía el interruptor de las luces al lado. Lo presioné y di un paso hacia atrás, sorprendido ante la viveza de colores. Los trazos del pincel eran gruesos y extraños, como si quien lo hubiese coloreado, durante el proceso, hubiese estado enfadado, frustrado y/o irritado. Era una muy extraña combinación que hubiese hecho que la obra fuese un completo desastre, sin embargo el resultado final era casi hipnótico, absorbente. La imagen que devolvía el lienzo era a su manera elegante, instintiva y fugaz. No calificaría este trabajo como el hecho por un genio, ni mucho menos, pero sí que se reflejaba un cierto talento del artista, sus ganas y el esfuerzo.



En el cuadro aparecía retratada una pareja; la mujer inclinada sobre el hombre cubriéndole el cuello de besos (como evidenciaban los chupetones, que resaltaban como fresas en la nata) mientras sus manos trazaban los suaves contornos de su torso desnudo.



Me deslicé hacia el siguiente cuadro, en éste la situación era a la inversa. Las manos del hombre se deslizaban por debajo de los pliegues del vestido de ella, reteniéndola con suavidad, recorriendo con sus labios la piel nacarada de sus hombros.



El último lienzo era el más asombroso de los tres, pues no sólo era el doble de alto por ancho que los anteriores sino que la técnica era mucho más compleja. La escena retratada volvía a tomar como protagonistas a la misma pareja. Ambos estaban tumbados en la cama de costado, mirándose a los ojos. Ella trazaba caricias en su firme abdomen con una mano, y con la otra, describía círculos sobre las caderas de su amante. Él, a su vez, retiraba la sábana que los cubría.

Nunca había sido testigo de tanto erotismo junto, tanta provocación resaltada, y quisiese o no, mi mente me condujo a ese mismo lugar ocupando el mismo sitio del protagonista. Reviviendo las escenas una y otra vez con Sakura como amante.



Genial; ya ni siquiera la televisión podría lograr que echase una cabezada. La noche no estaba mejorando en lo absoluto, justamente ahora estaba incluso más despierto que antes (en todos los sentidos). Y…¡joder!...debía de estar más ido de lo que creía si la maniquí de la esquina (que empleaban como paragüero y cuelgaropa) empezaba a resultarme atractiva.



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Sakura había dormido como un bebé. El fuerte viento de la noche anterior era como una canción de cuna para sus oídos. Reconfortante, con un toque rústico de añoranza. Hacía semanas, meses incluso, que no dormía tan bien; normalmente siempre me despierto en una mala postura hacia la madrugada, haciéndoseme difícil el volver a dormirme, y sin embargo, ¿no era un milagro?



Salté de la cama y me vestí con las prendas de ropa que siempre preparo el día anterior, sujetas a una percha que cuelga del armario. Al ser viernes, tan sólo tendría clase por la mañana, y además era el único día de la semana en el que puedo llevar “prendas de libre elección”, lejos del ya muy visto uniforme negro y morado que establecía el reglamento.



Realmente nunca me importó ir igual al resto del alumnado, pero cuando te tiras así más de cinco años…empiezas a concebir la idea del cambio con otros ojos.



Me miré al espejo ataviada ya con unos legins grises y una camiseta negra tamaño XL, hasta casi las rodillas y con cuello de cisne. El único toque de color lo ponían las zapatillas deportivas blancas y unos imperdibles de colores que formaban soles en el velcro de mis mayas. Pero aún faltaba algo…suspirando, salí al corredor y me colé en el dormitorio de mi hermano.



Dirigiéndome hacia su tocador, plagado de CDs de música, apuntes desparramados y paquetes de chicle, abrí el segundo de los cajones, destinado al “santo grial”, a los complementos más “in” que te pudieras encontrar circulando por el mercado.



Me probé una gorra blanca con forma de “boina a la francesa”, si le colocaba alguno de mis imperdibles lograría que se me sujetase al moño, cavilé.



Haría cosa de 3 o 4 años, Sasuke también se colaba en mi cuarto para coger prestado algún que otro complemento, sobre todo cinturones o gafas de sol. Pero de un tiempo para aquí su conducta conmigo ha cambiado mucho. Me rehúye, apenas me habla o se preocupa por lo que me pase, a veces me pregunto…sino será que haya descubierto mi secreto, … sino será que me odie por algo que ya no está en mis manos.



¿Qué haces cuando intentas acercarte a alguien que se aleja cada vez más y más de ti?¿Qué puedo hacer para que Él vuelva a ser el de antes? No tengo la fórmula, y estoy dudando de que alguna vez pueda obtenerla. Por lo visto, nada de lo que hiciese era suficiente.



Siempre había creído que el que una relación cambie no significa que finalice, pero ahora ya no estoy tan segura.



Siempre se me ha dado bien iniciar una conversación, hacer que la gente se relajase a mí alrededor, que bajasen la guardia. Pero con Sasuke era otro cantar. A menudo parecía tan tenso…y estaba siempre tan serio que daba miedo el acercársele; y eso que es mi hermano…



Puedo contar con los dedos de una mano el número de chicos con los que he salido, y en ningún caso eran de lejos tan intimidantes como lo es Sasuke.



Ni siquiera Gaara, un amor de verano, quien parecía decir con la mirada “como te acerques, te mato” tiene ese aura de ser inalcanzable. O Sai, que con una sonrisa podía lograr poner a alguien en su sitio, sin necesidad de una mala contestación. Ambos eran capaces de irradiar ese tipo de mensajes telequinéticos.


Todo el mundo tiene su don, pero al parecer el mío no sirve para nada.


Un sonido brusco me hizo virarme. ¡Hay Dios! ¿Por qué tenía que pasarme a mí? Sasuke nunca estaba en casa, pero para una vez en semanas que entro a su cuarto, él tenía que estar presente; ¿sería gafe? Pero más importante aún, ¿debería irme pitando sin más o quedarme a darle algún tipo de explicación por mi intromisión?


Supuse que de haber sido la situación a la inversa hubiese preferido la explicación; así que me quedé plantada en el lugar, tan quieta como una estatua.

Supliendo el temor a una represalia, me aventuré a mirarle a los ojos.


El pelinegro estaba tumbado en su cama, con la sábana en parte en el suelo, en parte cubriendo “su moral”. Pestañeaba aún somnoliento y se pasaba una mano por la cara, como para espabilarse. Su cabello estaba tieso, en punta al puro estilo “Son Goku”, lástima no tener una cámara fotográfica a mano. Ese momento debería pasar a la posteridad.

Reprimiendo una sonrisa, y consciente de que mi hermano tiene un muy mal despertar, no me acerqué con sigilo, no quería ocultarme para que supiese que era yo y así no se asustase. Aunque no lograba imaginar a un Sasuke asustado, probablemente si se viese en peligro, aplastaría personalmente a sus demonios; de ahí que fuese más prudente aún el avanzar haciéndome notar, no me convenía que pensase que soy un ladrón o algo peor.

Me arrodillé junto al colchón justo a tiempo para escucharle emitir un leve jadeo, tan suave y breve que por un momento temí imaginarlo. Apoyaba su cabeza contra el cabecero de la cama, y la luz de la mañana reflectada en el espejo del armario, devolvía esos mismos destellos enfocándolos en un punto: su pecho candente.

¿Candente? ¿De donde me venía esa idea? No es que no supiera que mi hermano es un guaperas, pero…¡Santo cielo, eso era lo que creía que era!


Tan expuesto como estaba, me era imposible no fijarme en su cuerpo, y tras una mirada más a fondo, efectivamente, CANDENTE es el único adjetivo que le haría justicia.

Sasuke era uno de los pocos chicos que conocía que se preocupasen por su aspecto. Nunca lo verías con las puntas abiertas o un corte de pelo desfasado. Se afeita diariamente y usa una loción de colonia que causaba estragos entre una legión entera de admiradoras. Se perfilaba las cejas, se hidrata la piel y nunca jamás lo verías con un grano o una espinilla. Sasuke nunca.


Se podía decir que era el hombre perfecto si no tuviese un carácter tan agriado.

Mientras esperaba a que acabase de despertarse, y a la espera de reconocimiento, me tomé la libertad de reseguir su perfil.

Poseía unos hombros anchos, fuertes, del tipo que podían cogerte en volandas y transportarte donde quisieses. Sus brazos eran proporcionados, no demasiado musculosos, pero desde luego nada enclenques; y su torso era duro, compacto, de pectorales y abdominales suavemente definidos. Dos rosados pezones asomaban indiscretos, como uvas maduras; y casi sentí la tentación de acariciarlos para comprobar si eran al roce tan sensibles como los míos. Casi.



Una de las piernas de Sasuke estaba colgando fuera del colchón, mientras la otra estaba doblada hacia arriba, con el pie anclado en la cama. La sábana se había resbalado un poco más debajo de las caderas, y efectivamente, se intuía lo que era una de las mayores erecciones que había visto en vivo.



Sabía que era común entre los hombres las erecciones matutinas, pero nunca había vislumbrado a mi hermano en tales “formas”. No me sentía incómoda, la sábana lo tenía todo bien cubierto, tan solo se mostraba la insinuación de su gran…miembro; pero quizás él, si se daba cuenta, no solo de que estaba allí mismo sino de que lo había pillado in fraganti, sí se sentiría incómodo. Así que para evitarle la faena, agarré las mantas a pie de cama y lo cubrí hasta la cintura con ellas.



Disimular siempre ha sido mi fuerte; llevo toda mi vida fingiendo ser lo que no soy cuando por dentro estoy totalmente vacía, y si nadie se ha dado cuenta hasta ahora, es que soy mejor actriz de lo que creía. Me pregunto…¿hasta cuándo podré aguantar? Porque ¡Dios!, ser la reina del disimulo es tan agotador…me cansa tanto que hay instantes, solo momentos, en los que quiero acabar con todo, empezando por mí misma. Fundamentalmente después de…pero no, no quiero volver a recorrer esa senda. Solo necesito salir adelante y si yo no puedo, tal vez requiera que alguien me haga volver a la superficie, que alguien tire de mí,…y esa única persona es Sasuke.

Necesito su arrojo, su fuerza, porque la mía me rehúye, y si no puedo hacer que las cosas sean como antaño, entonces es que no hay cura para mí. Lástima.



Sasuke bostezó, pestañeó un par de veces y a continuación alzó una mano hacia mi rostro. Murmuró algo ininteligible y acarició con el índice la senda de mi mejilla. Era un gesto tan raro en él que casi me echo a llorar. No recuerdo la última vez que me abrazó, me dio un beso en la frente tras darme las buenas noches o me tendió una mano, no obstante, esta leve intención de afecto me conmovió. Pero no se lo haría notar, quería que estuviese conmigo porque quería volver a ser mi amigo, no por lástima o pena. Esas son emociones que no soporto. Pero como la reina del disimulo que soy, no me costará fingir una sonrisa, sobre todo teniendo como estimulante las pintas de mi hermano.

-Hola bello durmiente –Le dije. Subí un poco más su manta y le aparté un par de mechones errantes de la frente.

-Hola belleza andante –Su voz sonaba más grave y ronca tras el sueño. Y con ese piropo si que me entraban ganas de reír, esta vez de forma natural, nada actuado.

-¿Desde cuándo tienes tan buen despertar?

Él frunció el ceño mientras se sentaba en la cama. Al menos no parecía enfadado por pillarla en sus dominios, ni la había echado de allí. Todavía.

-¿Qué hora es? –Preguntó, buscando con la mirada el despertador.

-Hora de levantarse. Hace unos minutos hice café, creo…sí, seguirá caliente si quieres servirte un poco. Acabé con todas las magdalenas, pero aún quedan galletas y bollos de leche.

-Ah, vale –se enrolló la sábana a las caderas y se deslizó camino al guardarropa.

-¿Vendrás para cenar? –me aventuré a decir, antes incluso de darme tiempo siquiera a pensarlo. Odiaba cenar sola, probablemente por eso es que pasaba tanto tiempo en la casa de los demás. Pero desde que mi relación con Naruto terminó hace siete meses, estaba más sola que la una; y no estaría nada mal que alguien me hiciese la cena, para variar.


Él se detuvo en seco y me observó por encima del hombro.


-¿Si? –tanteó, no muy seguro de su respuesta.

-¡Genial! ¡Pues pásate después por el 24 horas, hoy cocinas tú.


Él sonrió, como si mi respuesta la hubiese visto venir. Después fijó la vista al frente y rebuscó en el armario; sacando una y después otra prenda, para a continuación dejarlas caer sobre la cama.


-¿Sakura?

-¿Si?


-No es que me moleste pero…¿se puede saber que haces en mi habitación?

-¡Ah, sí! bueno…verás…um…lo de siempre.


Él me miró socarrón.


-Robarte…quiero decir, tomar prestados algunos complementos.

-¿La próxima vez podrías al menos llamar a la puerta antes de entrar?


-Claro, por supuesto.

Ya se había puesto una camisa azul y el chaleco añil cuando se dispuso a preguntarme, aún con la sábana rodeando sus caderas:


-¿Me dejas acabar de vestirme o te quedas a mirar?

Parpadeé y atiné a decir: -Te veré por la noche, pues.


Al salir del cuarto cerré la puerta tras de mí con la vibración de un portazo. Y no alcancé a dar siquiera dos pasos antes de ruborizarme. ¿Ruborizarme? Imposible, sería por efecto del calor de la calefacción. Sí, seguramente.


Continuará…………..



Fanfic SasuSaku: Equilibrio Ciego


Cap.2: Mi yo ángel ha muerto [ELLA]

Gritos, risas, bromas, engaños… ¿no es siempre todo lo mismo? Pero…cuando se llega al punto en que se engaña únicamente por la belleza, entonces se es un artista. Si no me crees, es que no me conoces.

¿Alguna vez te ha llegado a pasar que te creyeras tus propias mentiras? A mí, sí. De hecho, es algo que hago tan a menudo que hay veces que incluso me cuesta discernir qué es lo real y qué fantasía. Pero…para la pregunta… ¿por qué juego a la invectiva? ¿Por qué me engaño y disfruto engañando? La respuesta es simple; únicamente porque no me gusta “mi” realidad y con mis falsedades esa realidad se distorsiona, parece cambiante, mejora.

Sé que todo esto puede sonar frívolo, quién sabe, tal vez yo misma lo sea. Pero ¿puedo o puedes estar segur@?

No debería tener nada por lo que quejarme, afín de cuentas, mis circunstancias son buenas y tengo una vida distante de formalidades y muy independiente para conmigo y para con todos. Y sin embargo…no me es suficiente, quiero más pero no sé el qué. Me falta algo…y no lo encuentro.


Al principio creí que tal vez fuera falta de atención, de preocupación para con mi persona. Mis padres se levantan tardísimo todos los días (ni siquiera aún los veo para desayunar) y regresan de sus trabajos a altas horas de la noche. No obstante, sé que están ahí apoyándome, nunca faltan a ninguna actividad padres-hija que tienen lugar en el instituto, siempre hay un sobre con dinero bajo mi puerta y la nevera nunca está vacía. De modo que con cada nota o vídeo de móvil que me mandan diariamente preguntándome por mis cosas y hablando de sus día a día, los sentía y aún los siento cercanos. Sobre todo cuando me sorprenden con un regalo o una deliciosa tarta casera hacha sólo para mí. Y cuando digo solo para mí, es solo para mí. Pues mi hermano Sasuke, casi nunca está en casa para degustar una porción. Y como comprenderéis, no le iba a guardar ningún trocito. Aquí, el que no corre, vuela.

Más tarde creí que mi problema sobre ese “algo” que busco, que me falta y no encuentro, se debía al estrés, por lo que decidí apuntarme a clases de pintura para ir liberando tensiones. Pero si bien es algo que disfruto y que me relaja, no es algo que me llene. Así que… ¿lo que necesito es afecto?-pensé- ¿será que busco tan desesperadamente que me quieran? ¿Por eso soy siempre tan amable con todo el mundo?

Pero en aquel momento no salía con alguien y no había nadie que me atrajese. Estaba bien como estaba. Pero si era realmente amor lo que necesitaba, ¿no debía de estar más predispuesta a encontrarlo?


Por ello, y dado que no conocía a ningún chico interesante intenté que Sasuke me presentase a alguno de sus amigos. El problema era que nunca había visto a mi hermano con amigo alguno, creo, para ser más precisa, que nunca lo he visto con otras personas de su mismo sexo, siempre está con mujeres; todo tipo de mujeres (arpías, dulces, sumisas, luchadoras, coquetas, madonas, refinadas, etc.) aunque no parecía especialmente contento con ninguna. Y precisamente por eso, creía que aunque me sacase un novio de la manga, seguiría sin encontrar ese “algo” que me falta.



¿Dónde buscar, pues? Y lo que es más importante, ¿lo que encuentre será mejor que todas mis falsedades? ¿Valdrá la pena?


Sea como sea, una vez deje caer la venda, no habrá marcha atrás.


Continuará…………..

Fanfic SasuSaku: Equilibrio Ciego

Capítulo 1: Un reflejo de mi ser [ÉL]


¿Amor? Que palabra tan cruel.

En todo caso, eso es un hecho para mí.
 
 
El tiempo pasa, pero mis sentimientos por ella no cambian. Rezo para que no se dé cuenta, para no decir nada que pueda inducir a malentendidos, pero francamente; cada vez se me hace más espinoso interpretar el papel de hermano y amigo. Algo difícil de creer si tenemos en cuenta que llevo fingiendo prácticamente toda mi maldita vida.


Realmente no sabría decir con precisión el momento exacto en que sucedió, probablemente fue una acumulación de varios factores, pero sí recuerdo el instante concreto en el que descubrí que la quería, y no de la forma en que debería. A partir de aquel entonces, dejé de llamarla “oniie-chan” (hermana).

Al principio, después de una noche de soñar con ella, aún guardaba la esperanza de que al despertar me encontraría con que todo había sido un mal sueño, que nada de lo que sucedía era real. Pero, cuando bajaba a desayunar y me tropezaba con su mirada por los pasillos, sabía, por el modo en que me latía el corazón, que mis sentimientos por ella eran de lo más reales, y más.
Durante los últimos cinco años de mi existencia, pasé por varias fases, cada una más autodestructiva que la anterior. Al principio tenía tantas emociones encontradas y perdidas, que mi mente era un cacao de macedonia de mierda. En muchos aspectos aún la seguía viendo y tratando como mi hermana; y sin embargo…también comenzaba a sentirme incómodo e inquieto en su presencia. Cuando la abrazaba la retenía más tiempo del que debería y me sorprendía pensando en cómo sabrían sus labios, si serían tan dulces como parecían. E irónicamente, pensé, en que eso mismo debían de sentir todas aquellas personas que lentamente descubren que son homosexuales (el proceso parecía ser el mismo); pues, mi cacao mental era de tal magnitud, que aún me extraña que haya sobrevivido y no haya necesitado un psicólogo.
Debido a que tan sólo nos llevamos un año de diferencia el uno respecto del otro (siendo yo el mayor), temía que mi comportamiento empezase a resultarle extraño, que empezase a juntar las piezas y se diese cuenta del porqué. De modo que intenté proceder del modo en que antaño lo hacía; pero no podía. No pude. Y a día de hoy, aún no puedo.
La tercera etapa por la que pasé podría resumirse en las palabras “evasión y revolcón”. Cuando cumplí los 15, ocurrió algo de lo más extraño, quiero decir, más extraño aún. Comencé a recibir todo tipo de proposiciones del sexo opuesto. De pronto, las chicas levantaban la mirada si pasaba junto a ellas, suspiraban, hacían morritos y sonreían sin motivo alguno; incluso fui testigo de un par de desmayos. Achaqué todos estos sucesos a la pubertad, a que mis feromonas se dispararon, o ….vamos, ¿quién sabe? Lo importante aquí, es que me aproveché de mi éxito con las mujeres para intentar olvidar a Sakura.
Hubo una época en la que regresaba a casa a altas horas de la madrugada, y eso cuando me molestaba en volver. Pasaba las noches en el dormitorio de cualquier fémina que me pareciese mínimamente interesante. Y prácticamente no tenía amigos porque todos me veían como un rival a la hora de conseguir novia.
Era, y soy, una persona muy reservada y callada, por lo que a menudo se me confunde con una persona antisocial y arrogante. Nada más lejos de la realidad, me habría gustado poder tener eso que la gente llama “amigo de toda la vida”, habría sido un gran apoyo en cualquier momento, podría haber hablado con él de mis problemas y contemplar alguna posibilidad a mi “problema amoroso” que a mí, tal vez se me escape. Pero más bien tarde, descubrí que mi problema no tenía solución, a menos, claro está, que me desenamorase de Sakura.

Luché, y a Dios pongo por testigo que lo intenté, mas no pude. Tal vez, el verdadero motivo por el que casi nunca ponía un pie en casa, fuese el temor de encontrarme con ella, y que al mirarme directamente a los ojos, desnudase mi alma; lo descubriera, y me odiara por ello. O tal vez, era el tener que torturarme al encontrarme con su fotografía en cada rincón del hogar; o …el saber que, pese a encontrarse a tres puertas más de distancia, nunca podría confesarle mi amor, nunca podría estar ahí en los momentos más preciosos de su vida, y nunca podría estar en su corazón. Y el saber que no sólo no podía confesarle mis sentimientos, sino que también tenía el rechazo asegurado, me mataban por dentro.

Una tarde, en el instituto, después de volver de la enfermería con unos calmantes (pues poco antes me había fracturado el meñique en clase de gimnasia), cogí un atajo para regresar al aula y así no tener que dar un rodeo que implicase atravesar el patio lateral. Iba caminando cuando escuché frases sueltas de una conversación, eran voces femeninas las que hablaban y no me habría detenido en seco, ni le hubiera prestado el menor interés, si no hubiese escuchado mi nombre entre esas frases susurradas.

Era un jueves 15 de Mayo, y recuerdo eso, no tanto por la importancia de la conversación, sino porque curiosamente ese día coincidía con mi cumpleaños, mi decimosexto cumpleaños. Me acerqué más al marco externo de la puerta de los aseos femeninos, intentando saber exactamente de que iba todo aquello. El sonido de las voces pareció intensificarse, en el interior por lo menos debían de haber tres o cuatro pares de cotorras, todo sonrisitas falsas y ecos chillones. Nada más aguzar un poco el oído advertí cuál era el tema central de su conversación, yo. ¿y para eso tanta curiosidad? Estaba poniéndome derecho y a punto de irme cuando una de esas “cacatúas” habló:

“Sasuke las prefiere más o menos de su estatura”


“Al Uchiha le gusta que tengan los ojos claros”


“y de labios carnosos”
“a mi me han dicho…”
Hasta aquel momento, no me había dado cuenta de que había estado intentando olvidar a Sakura con mujeres que se le parecían. Había estado buscando a la mujer perfecta intentando emular el físico de mi propia hermana. Al final, todo había servido para nada.

Esa fue la época en la que toqué fondo. Después de aquello, dejé de salir siempre con mujeres, volvía a dormir todas las noches en mi propia cama e intenté recuperar de alguna forma las riendas de mi vida. Pero el daño ya estaba hecho.

Y había estado tan inmerso en mis propios asuntos que cuando me di cuenta, Sakura ya había crecido. Bueno, en realidad “crecer” no es la palabra, “madurar” es una mejor definición. Su forma de hablar y comportarse de pronto era más correcta y pulida. Siempre fue una jovencita muy curiosa, evaluándolo todo constantemente y tomando interés por lo más inesperado. Pero esa curiosidad se convirtió en perspicacia; y la perspicacia en picardía.

Y me había pasado tanto tiempo intentando evitarla, que no me di cuenta de que me estaba alejando más y más de ella. Sakura ya no me iba a ver para pedirme consejos o ayuda sobre algún tema personal, para los deberes….u otros temas del hogar. A decir verdad, ya apenas la veía. Cuando yo estaba en casa, ella rara vez se encontraba; ¿saldría con sus amigas? ¿Tendría un trabajo de medio tiempo? ¿Sería voluntaria para algún tipo de ayuda a la comunidad? ¿Asistiría a clases de refuerzo? ¿Se habría apuntado para alguna actividad extraescolar? ¿Patinaje? ¿Solfeo? ¿Animadora, tal vez? No, esto último no le pegaba, era de las que preferían participar activamente en un juego en vez de verlo desde fuera. ¡Pero era su hermano!, por el amor de Dios, ¿no debería saber este tipo de cosas? ¿y si salía para encontrarse con un grupo de maleantes y estaban siendo una mala influencia para ella? O….¿y si tenía novio?

¡Joder! ¡Maldito desgraciado! ¡Lo mato! ¡Lo mato! No…vamos Sasuke respira hondo, tranquilízate….¡y una leche!...¡lo mato! ¡es que mato a quien intente poner un dedo encima a Sakura! ¡Lo mato, troceo y escondo lo que quede de su cuerpo!

Pero la voz de la razón me decía que no sería nada extraño, al fin y al cabo Sakura tenía ya 16 años y, aunque pocas palabras eran las que últimamente se cruzaban, había notado unas cuervas que antes no estaban. Además, siempre fue una joven alegre y de personalidad encantadora, es la típica persona que cae bien a todo el mundo y, aunque dijese una impertinencia de vez en cuando, se la perdonaba por ser mona. Lo raro sería que ningún hombre se fijase en ella. Habría que estar ciego para no ver lo que valía. Probablemente proposiciones no le faltasen (y más si estaba en la etapa de las feromonas).
No voy a decir que no sé por qué me molesta tanto esto, ¡claro que me molesta! Al fin y al cabo Sakura es “mi” mujer ideal; la perfección femenina; la persona más importante en mi mundo.
No sé que dolor es más intenso, si el saber que puede estar con otro y que ese otro nunca seré yo; o el saber que algún día alguien aparecerá, la amará, se la llevará y nunca más me necesitará; que siempre sea el segundo lugar al que recurrir, que ya no confíe en “mi” pero sí en “él”.
Hay tantas cosas que volvería a rehacer si tuviera la oportunidad…empezando por no evitarla a causa de mis temores. Me perdí parte de su crecimiento, de ver cómo se convertía en la ingeniosa señorita que convive conmigo. Pero me gustaría estar ahí para ver la mujer en la que se transformará; y para eso, no falta mucho.

¿Sería demasiado tarde para, al menos, volver a intentar ser su hermano?
Continuará…………….

Fanfic NejiTen: Orilla de Lágrimas

Capítulo 11: Flirteando


El miércoles, Neji se arrepintió de haber permitido a Tenten elegir adónde irían esa vez. Gruñó: -¿No lo dirás en serio?

-Oh, sí –respondió ella sonriendo triunfal mientras subían la cuesta que los llevaría a su destino- Quiero pasar la tarde en el museo de Naruto. Le oí mencionar esta mañana que estaría allí todo el día –su sonrisa se hizo más amplia- él mismo puede enseñárnoslo, ¿no sería estupendo?

Iba a ser un infierno. Miró hacia atrás intentando encontrar una salida, pero los dos “perritos” de su mujer estaban a apenas tres metros de distancia. Mierda, no había escapatoria.

Era el perfecto día de invierno, toda la nieve de la tormenta de la noche anterior se había derretido. El aire olía húmedo y cálido, como si fuera fértil. Y tuvo la extraña sensación de que si esparciera semillas en el tejado de las casas, brotarían y crecerían. Nunca antes una tarde había olido tan dulce, ni siquiera el día que me mudé a mi propia casa. ¿No era irónico que fuera a pasarla en la guarida de mi archienemigo?

-Tenten, a ti la historia te aburre a morir.

-Solía aburrirme. Pero he ampliado mi espectro de intereses.

-¿Incluidas las antigüedades?

-Sí –replicó mirándolo fijamente, muy complacida consigo misma- puede que te sorprenda –ironizó- pero decidí tener una vida plena y satisfactoria sin ti, por lo que he desarrollado intereses por muchas cosas.

La verdad es que podía ser cierto, pero él no creyó ni por un segundo que ella hubiese elegido el museo Uzumaki porque hubiese desarrollado algún tipo de interés por las antiguallas. No, lo hacía porque su hermano iba a estar allí, observando todos sus movimientos como un halcón, implacable y hostil, haciéndole imposible cometer ninguna tontería con su mujer. Y ella también lo sabía.

Mientras subían la rampla de entrada al museo, estudió su perfil a la luz de la tarde. Ella acababa de frustrar su deseo, y eso le hizo prometerse a sí mismo que, antes de que se fueran de allí ese día, al menos iba a conseguir robarle un beso. Con Naruto pululando por allí, iba a costarle algo de ingenio tenerla a solas, pero solía ingeniárselas bien con este tipo de cosas durante su noviazgo, así que comenzó a planear.

El museo constaba de dos pisos, una planta inferior cuadrangular y una planta superior circular. También se podía subir a la azotea, pero era para uso exclusivo y restringido de los colaboradores de las galerías. Y teniendo en cuenta que la segunda planta estaba ideada para ser zona de descanso; Naruto tendría que estar en el piso inferior. Su mujer no querría subir con él a los niveles superiores, así que tendría que apañárselas con el primer piso…



Como estaba previsto, Naruto estaba en el museo ese día, pero estaba dirigiendo una visita a unos anticuarios cuando llegaron, y al menos no estaría disponible hasta dentro de dos horas, posiblemente más. Ahora le tocaba a él sonreír.

-Bien –murmuró mirando a su mujer mientras permanecían de pie en el enorme vestíbulo- Tu hermano no puede acompañarnos. ¡Qué pena!

Se percató de que ella no estaba tan contenta.

-Vendrá después.

-No, no –repuso, intentando no reírse- después de todo ya estamos aquí; además, has desarrollado tal interés por las antigüedades que deberías poder enseñarme el museo sola.

Ahora era él quien la estaba desafiando, y ella lo sabía. Tenten alzó un poco más la barbilla y dijo dignamente: -¿por dónde quieres que empecemos?

-No sé –cogió un plano del joven que estaba junto a él y lo desplegó. Una rápida ojeada le indicó todo lo que necesitaba saber sobre el diseño del lugar.

El ojiperla miró alrededor, al techo alto y las robustas paredes decoradas con frescos innovadores y creativos, miró las retorcidas columnas que separaban una galería de la siguiente, al suelo de ajedrezado blanco, negro o azul, a los corredores que se bifurcaban en todas las direcciones. Era un edificio magnífico, tenía que admitirlo. En especial la parte central que se observaba nada más entrar. Las tres alas, la este, la oeste y la central poseían su propio estilo, se definían por sí mismas. Pero la parte central…era fabulosa. Las paredes así como las vitrinas y todo mueble que allí había eran de cristal, podías ver perfectamente no sólo los objetos de un lado de la galería sino también la parte inversa. Se jugaba mucho con los efectos ópticos, sobre todo con las luces que venían del exterior, que parecían dejar una estela diamantina a su paso, recreando el arco iris en cada placa que mirases.

Al igual que los fuegos artificiales, esto era similarmente hipnótico y espléndido de ver. Probablemente era así porque se correspondía a la parte visual del museo, el lugar donde se encontraban colocados restos de armaduras de antiguos samuráis, los sarcófagos de aquellos que fueron más importantes o estantes y estantes de todo tipo de armas, recorrido tras el cual podías apreciar su evolución.

El ala este se correspondía con la especialización de Naruto, allí se encontraban los mandatos, leyes y decretos reales desde el inicio de la villa hasta la actualidad, por ello; apostaría a que ahora mismo estaría pululando por allí con aquellos coleccionistas. Así que solo quedaba el ala oeste….que era precisamente un pasaje reformado.

-Tienen un ala nueva, veo.-apostilló él.

-Sí –contestó mientras se aflojaba el lazo de la capa y la echaba hacia atrás sobre sus hombros- todavía no hay demasiadas cosas, tan solo unos cuantos libros y pinturas en miniatura. Creo que para rellenar han puesto parte de las antigüedades de la galería central allí. Sólo he estado una vez en esa parte del edificio.

-Excelente lugar para empezar, entonces –sacudió el plano y dijo- sigamos el camino.

El museo estaba lleno de gente, sobretodo en la nueva ala, y pasaron la siguiente hora deambulando entre el gentío que se aglomeraba en torno a los escudos de bronce y las espadas de hierro. A él le sorprendió notar que Tenten parecía más interesada en todo aquello de lo que había pensado.

-¿Cuándo te empezó a gustar la historia? –preguntó mientras se acercaban a una vitrina que mostraba unas dagas con incrustaciones de joyas.

-Supongo que se me ha contagiado el entusiasmo de Naruto y Lila. Ambos hablan mucho del tema, y eso ayuda a que uno se entusiasme. Aunque debo confesar que de niña no habría abierto un libro sobre historia ni borracha, acababa más que harta después de dos horas de clase con mis tutores. (Si con estudiar la historia de todos los clanes existentes no fuese suficiente, tuvo también que aprender los que ya estaban extintos, aún se preguntaba para qué). Pero siempre me han gustado las armas, estas de aquí son muy poco comunes, por cierto.

-Eso si lo recuerdo. –decidió que ya era hora de dar el primer paso y miró hacia la salida, al otro lado de la sala. Recordando el plano, sabía que ése era el camino que debían seguir, y se dispuso a llevar a su esposa en esa dirección.

Cuando se detuvieron a observar un escudo de madera y barro de intrincado dibujo, se acercó más a ella.

-Voy a ver que hay ahí abajo –dijo señalando una puerta que daba a un largo corredor- vuelvo ahora mismo.

-Pero si no hay nada allí, esa parte del museo ni siquiera está abierta todavía.

-Eso no significa que no haya nada que ver, ¿no?

Con un guiño, entró en el pasadizo y recorrió su considerable longitud hasta el otro extremo, pasando varias salas llenas de cerámica rotas y mosaicos a medio componer. Claramente, eran salas de trabajo para el personal del museo. Fue hasta el final del corredor y miró a derecha e izquierda. Tomó la segunda dirección, pasando por el lado de cajas llenas de trastos y sarcófagos apoyados en la pared. No había nadie.

Los pasos de Tenten resonaron en el suelo ajedrezado, lo que lo informó de que ella lo seguía, tal y como esperaba.

-Neji –lo llamó.

-Estoy aquí –contestó, y oyó cómo se acercaban sus pasos. Contempló como ella entraba en la galería y se detenía, mirando a su derecha- Tenten –dijo suavemente, y vio como ella giraba en su dirección.- ven a ver esto.

-¿A ver qué? Ahí no hay nada.

- ¿Cómo lo sabes? Tú misma dijiste que sólo habías estado en la nueva ala una vez. ¿Habías venido antes por aquí?

-No, pero ya te dije que esta parte del museo todavía no está abierta, así lo dice el plano.

-Olvídate del plano- dio un par de pasos hacia atrás e hizo una floritura con los brazos mirando a ambos lados de la otra galería vacía- me parece que hay mucho que ver allí –dijo, volviendo la mirada hacia ella, tratando de parecer lo más inocente posible.

Ella le dirigió una mirada adorable de perplejidad. Miró el plano y después otra vez a él.

-¿Qué puede haber allí?, más pergaminos, supongo.

-Cientos de rollos y algunas otras cosas también –dio un paso más- ¿es que quieres una lista? Ven y compruébalo tu misma.

Dobló la esquina y se apoyó en un sepulcro que estaba pensado para albergar una estatua, aunque estaba vacío en ese momento. Se repantigó contra la fría piedra, esperando, escuchando sus pasos. Ella estaba llegando, como siempre, bendita su alma inocente, pensó sonriendo.

Cuando rodeó la esquina y lo vio de pie, contra el sepulcro, sonriéndole, su perplejidad se convirtió en sorpresa.

-Me has engañado.

-Por supuesto –se enderezó riéndose, mientras la rodeaba con sus brazos por la cintura y la atraía hacia sí- Solía hacerlo, siempre encontraba la manera de estar a solas. ¿No te acuerdas?

-Si que me acuerdo, aléjate de mí y deja de hacer el tonto.

Ella comenzó a apartarlo, pero él no la dejó, en cambio, la llevó hacia el sepulcro, encaramándola en el hueco interior del armatoste.

-Neji, ¿qué estás haciendo?

-Ahora estás atrapada, para salir tienes que pagar la prenda ¿recuerdas cuando jugábamos, no?

Se acordaba. Lo miró desde la esquina sombría en que la había atrapado, se humedeció el labio como si repentinamente se le hubiera secado.

-No voy a besarte.

Él sonrió mientras extendía la palma de la mano sobre el muro y se acercaba más a ella. Con la mano libre jugó con las cintas de la capa. Deshizo un par de lazos y la prenda cayó al suelo.

-Siempre caías en la trampa –dijo señalando las tiras de su vestido lavanda- creo que era porque en realidad, querías besarme, pero no eras lo suficientemente honesta como para admitirlo.

-Si caigo en todas tus trampas es porque eres un maestro del engaño.

Se movió como si fuera a salir del sepulcro, como si esperara que él fuera a dejarla pasar, pero no lo hizo. Al contrario, deslizó una de las tiras de su vestido, tocando su clavícula y acariciando el otro lado de su cuello con la mano libre.

-Las reglas son las reglas –sonrió ampliamente mientras tocaba la barbilla de su mujer con el pulgar- primero tienes que besarme.

-Solíamos hacer este tipo de tonterías cuando éramos novios, pero ya no lo somos.

-¿Ah, no? –contestó con cierto sarcasmo divertido, dándose cuenta de la excitación que sentía en ese momento- esto es muy parecido al noviazgo. Debo derrochar una gran cantidad de deliciosa anticipación, trabajo e ingenio por mi parte. Pensé que después de casados ya no tendría que seducirte nunca más, pero me obligas a tomar medidas desesperadas.

-¿Obligarte, yo? ¡Serás….!- exclamó mordiéndose el labio para contener todo tipo de adjetivos no calificativos no aptos para oídos sensibles y tratando de pasar por encima de él. Pero no iba a dejarla, así que exhaló un suspiro- déjame ir, Hyuga.

-Te dejaré, te lo prometo –apartó el brazo de la pared y curvó la mano alrededor de su cintura– pero primero quiero un beso.

Una voz masculina conocida se oyó en el otro extremo de la galería, interrumpiendo cualquier respuesta que ella pudiera haberle dado.

-Señores, la nueva correspondencia recolectada de los soldados en plena guerra ninja no está aquí, síganme.

-Es Naruto –susurró, dejando caer el mapa y empujando al ojiperla frenéticamente con ambas manos- nos encontrará. –pero él no se movió

-Ahora estamos casados, ¿recuerdas?

-Déjame salir de aquí –pero al ver que él no se movía, la desesperación afloró en su voz- viene hacia aquí con los coleccionistas.

Con ambas manos en su cintura para detenerla, Neji se inclinó para mirar fuera del sepulcro hacia el largo corredor, donde el Uzumaki se detuvo para girar a su derecha. Una fila de ancianos entendidos lo seguía, yendo hacia otra parte del ala nueva.

-No, no vienen hacia aquí –contestó en un susurró- van hacia el otro lado.

Una vez desaparecidos de su vista y sin que se oyeran sus pasos, volvió su atención a la importante tarea que tenía entre manos (y nunca mejor dicho).

-Se han ido- dijo acercándose más a su mujer otra vez- ¿por dónde íbamos?

Ella miró a su alrededor tratando de encontrar una forma de escapar, pero no había ninguna. Estaba atrapada por los muros de piedra.

-Estoy arrinconada- dijo alzando la barbilla- quiero irme.

Neji negó con la cabeza: quiero mi beso.

Ella profirió un sonido de impaciencia, luego dijo: los hombres sois como niños.

Apartó la mano de su cintura para acariciar su mejilla, y la sensación de su piel suave contra la palma de la mano hizo que su deseo aumentara aún más. Con el dedo pulgar acarició la comisura de su boca, y respiró profundamente su aroma a jazmín. El lento dolor de su deseo interior comenzó a arder con más fuerza.

-En estos momentos, mis pensamientos no son para nada infantiles, créeme.

Un atisbo de pánico se reflejó en el rostro de ella.

-¡No voy a besarte!

El ojiperla, acariciando todavía su mejilla, deslizó el otro brazo por su cintura.

-Bien, no me importa que nos quedemos aquí.

-¿Es que vamos a estar aquí todo el día?

-Eso depende de ti. Vamos, no te enfades.

Inclinó la cabeza, moviendo la mano, hasta que sus dedos se enredaron en su cabello, deshaciendo el complejo recogido de su peinado. Cayó un pasador, que sonó a sus pies tras golpear contra el suelo, con un delicado tintineo.

Acercó aún más su boca a la de ella, observando sus labios. Sus espesas pestañas bajaron una fracción de segundo. ¡Oh, sí!, claro que recordaba ese juego suyo, tan bien como él. Era igual que hacía mucho tiempo, cuando él la seducía y retrocedía controlando el deseo, esperando que el de ella estallara. Rozó con los labios levemente su mejilla, justo en la comisura de su boca.

-Un beso –imploró- sólo uno y te dejaré ir.

-No, no lo harás -cerró los ojos- te conozco demasiado bien para saberlo, tan sólo te tomarás más libertades.

-Sólo si no dices que no. -jugueteó con la otra tira de su vestido, deslizándolo, dejando expuesta otra pequeña porción de la piel de su garganta y los hombros sobre el escote redondeado de su vestido.

-¿Qué haces? -dijo intentando apartarle las manos, pero en el forcejeo otro de sus pasadores cayó al suelo, tras ella.

-Tomándome esas libertades que dices; estás dudando demasiado.

Se inclinó para besar la piel desnuda de su sien, inhalando ese perfume suave y familiar. Ella dejó escapar el aliento en un suspiro breve y sonoro. Su cuello, su parte débil, su oportunidad. Él exhaló una risa cálida contra su garganta; le encantaba.

Unos pasos retumbaron sobre las baldosas ajedrezadas y las voces de un hombre y una mujer se oyeron a lo lejos. Obviamente, había otro hombre al que se le había ocurrido que el museo ofrecía muchas oportunidades para estar a solas con su mujer.

-Debes dejar que me marche –susurró- alguien podría vernos.

Pero sin desanimarse por algo tan trivial como unas voces lejanas, él plantó unos besos en la curva de su cuello y de sus hombros mientras deslizaba su mano.

-Todavía tienen que recorrer toda la galería, así que los oiremos con tiempo suficiente. Además… —Se detuvo olvidando lo que iba a decir, mientras la palma de su mano se curvaba sobre la forma plena y redondeada de su pecho y ella daba un pequeño respingo. Las capas de tela le impedían el contacto directo, pero el recuerdo de la deliciosa forma de su mujer estaba perfectamente claro en su cabeza. La excitación creció en su interior como una marea.

Ella deslizó la mano entre ambos, agarrándolo por la muñeca, intentando que le quitara las manos de encima. Él se detuvo, tenso, esperando con agonía mientras la mano de ella le oprimía el pecho. Recordaba las reglas que habían establecido tiempo atrás. Tanto si obtenía su beso como si no, en el momento en que ella le parara los pies, tenía que detenerse, aunque nunca antes.

Ella movió su mano y la palma flotó sobre la que él tenía en su pecho; no la rozó, pero casi. Acuerdo tácito, podía continuar.

Neji sintió la forma del pecho a través de la tela, sus dedos acariciaban la piel desnuda justo arriba, en el escote. Besó su cuello hasta llegar a la mejilla.

Su respiración cada vez iba más deprisa, pero ella cruzó los brazos.

-Alguien puede vernos -dijo suavemente, y parecía excitada, pero desprotegida y enfadada al mismo tiempo-. ¡Neji, alguien puede vernos!

-Entonces, bésame rápidamente.

Ella profirió un sonido sordo y se acercó a él, dándole lo que quería. Su boca rozó la de él y se abrió, enviando señales de placer a todo su cuerpo. Su mano se apartó para acariciar la mejilla y ella notó el tacto suave y frío sobre la piel, frente a la boca caliente y dulce. Él cerró los ojos, saboreando el placer tanto tiempo olvidado y, sin embargo, tan familiar. Ésa sí que era Tenten, recordaba su sabor al besarla, recordaba la plenitud de su labio inferior mientras lo succionaba, recordaba la línea perfecta de sus dientes mientras los exploraba con la lengua.

Ella dejó de besarlo repentinamente, apartando el rostro; estaba agitada y profirió un quejido, posiblemente de protesta.

Él se recompuso, y tras su leve objeción, oyó algo más, el sonido de unas pisadas que, desde la galería, se encaminaban hacia ellos. Neji supo que ya no le quedaba tiempo, al menos ese día.

Se apartó, le dio un breve beso en el cuello y la dejó libre. Se inclinó para recoger su capa y los pasadores del suelo y se los tendió mientras las pisadas se acercaban aún más. Se enderezó la camisa y salió del sepulcro para echar una ojeada, tratando de aplacar sus nervios y recobrar la serenidad. Un anciano, vestido de negro y con gafas se acercaba a él. Tras de sí, Neji pudo oír el crujido de la tela del traje de Tenten mientras se enderezaba como podía las ropas.

-¡Al fin! -exclamó saliendo de la esquina- Nos hemos perdido sin remedio tratando de encontrar la salida; por fin alguien que nos ayude.

El anciano se detuvo y entornó los ojos contemplando la longitud de la galería, luego preguntó: ¿Hay alguien con usted?

-Mi esposa y yo estábamos buscando la nueva colección de armas, pero parece que nos hemos perdido.

-Debo decirle que sí, están en un corredor totalmente opuesto.

Neji hizo un gesto de absoluta perplejidad, luego indagó: ¿Ah, si? -se volvió hacia Tenten- Perdóname, cariño, creo que he conseguido que nos extraviemos -dijo, dando una zancada no demasiado respetuosa.

-¿No cogieron un plano al llegar?- preguntó.

-¿Un plano? - se tocó la frente con los dedos, como si intentara recordarlo- No, creo que no.

-Soy Zan Yutsuki, director asistente de Antigüedades -le tendió la mano- Los acompañaré a usted y a su esposa hacia las salas de armas.

-Gracias, es muy amable -miró hacia la esquina tendiéndole la mano a Tenten, y añadió en un susurro- El lazo de la capa.

Ella se lo ató, mirándolo como si todo hubiera sido culpa suya. Alzó la barbilla con altivez, como hija del señor feudal que era, se alisó varios mechones del cabello que le caían sobre el rostro, tomó la mano de él y salió a la galería.

-¡Pero buen Dios! –exclamó Zan reverenciándose- ¡si es nuestra princesa!

-Buenos días, señor Yutsuki.

Trataba de parecer digna, Neji lo sabía, pero sus mejillas todavía estaban arreboladas, su voz denotaba la falta de aliento, y había cierto desaliño en su indumentaria, que él miró con cierto grado de satisfacción.

-¿Perdida de nuevo, princesa?

Ella compuso esa falsa sonrisa femenina que sólo convence a los hombres ya mayores, o a los jovencitos estúpidos.

-Es la nueva ala, me confunde.

-Siempre le aconsejo que coja un plano cuando viene de visita al museo –dijo, devolviéndole una sonrisa indulgente. Se ajustó las gafas sobre la nariz- Veo que hoy la acompaña su marido.

El ojiperla asintió: Hyuga Neji -dijo presentándose cuando observó que Tenten no lo hacía.

-Un placer, vengan por aquí a ver las armas.

Siguieron al anciano unos cuantos pasos por detrás mientras salían de la galería.

-Por poco… -murmuró en el oído de ella, riéndose suavemente, divertido ante la experiencia, sobre todo por la pasión gratificante que había despertado en su mujer, lo que había sido el objetivo de la tarde- No me había divertido tanto en años.

Ella se quejó.

-No esperes volver a hacerlo -respondió también en un susurro- Al menos conmigo, pues no tengo intención de dejarme engañar de nuevo.

-¿No? -preguntó él mirándola fijamente- Qué pena, no voy a poder resistir el desafío.

Fanfic NejiTen: Orilla de Lágrimas

Capítulo 10: Mesa para dos


Durante la siguiente media hora, Neji apenas lograba sonsacarle algunas palabras a su mujer. Ella solía contestar con monosílabos y evitaba mirarlo en la medida de lo posible. Neji no esperaba que saltase de alegría por estar allí con él, pero habría esperado algo más por su parte, sentirla más participante. Tanto a su izquierda como a su derecha reinaba el silencio. Un hecho que no hizo sino aumentar su determinación de hacer algo al respecto, al respecto de la fría actitud reprobatoria de Tenten. El impulso de pellizcarle la nariz, de pincharla con el tenedor para que reaccionase, fue cobrando cada vez más fuerza. Pero mantuvo a raya su ímpetu. Qué haría falta, se preguntó, para que ella bajara la guardia. Él siempre se había creído el rey del autocontrol, pero ella le daba mil vueltas.

El ojiperla tomó un sorbo de vino y se maravilló de cómo podías sentarte así de cerca de alguien y todavía sentir que esa persona estaba totalmente alejada.

De repente, los cinco metros en línea recta que los separaban respectivamente el uno del otro, le resultaron insoportables. Entonces, incapaz de aguantar por más tiempo esa distancia, se levantó de la silla, cogió su plato, sus cubiertos y copa, y se encaminó hacia el otro extremo de la mesa. Acomodándose a su diestra.

- ¿Qué haces?

-Cenar contigo –dijo en un tono despreocupado de voz.

-Eso ya lo hacíamos.

-¿Qué más da que me siente aquí o allá estando los dos solos? Mi padre siempre se sentaba al lado de mi madre. Así no tenían que levantar la voz para hablarse, y dado que parece que yo soy el único que está hablando, no me apetece tener ronquera mañana. Cuando me siento en el otro extremo de la mesa, tengo la impresión de que tú estás en un escenario y yo soy tu público. Así está mejor ¿no crees?

-Me parece que si te relajas demasiado adquirirás malos hábitos.

-No me importa asumir ese riesgo.

-Esto no es apropiado –dijo reprendiéndolo.

-Tenten, realmente no irás a echarme en cara mis modales, no cuando tienes la mejilla llena de puré.

-Si –contestó, apartando una mano de su regazo para llevársela al rostro y limpiar la salsa antes de poder llevar su juego aún más lejos.

-Sólo lo has empeorado –señaló con voz grave y una sonrisa en la boca- lo has extendido y ahora tienes una gran mancha color burdeos en toda la cara –alzó la mano y trazó una línea con los dedos en su pómulo- justo aquí.



La Uzumaki suspiró. Debería ser ilegal que un hombre tuviera semejante cantidad de encanto. Los labios de él se curvaron mínimamente en una sonrisa de fingida inocencia; una sonrisa demasiado mona y demasiado fuera de lugar, que le arrebató a Tenten todas sus ganas de pelea.

Desgraciado.

Sonrió a pesar de sí misma.

Neji retrocedió y se repantingó en su nuevo asiento, haciendo a continuación un gesto al “minordomo” contratado para que diese lugar al inicio de toda una procesión de postres. Pasteles para endulzar el momento que vendría a continuación. Había sido muy hábil al intentar evitar el tema “Yamanaka” durante los primeros 45 minutos, pero, si su mujer realmente sólo le iba a conceder una hora de su tiempo, ya era momento de que expusiese la cuestión.

-Respecto al tema del cumpleaños de Ino…-dijo sin más preámbulos. Ella dejó caer el tenedor en el plato y lo apartó de sí, para alzar luego su mirada penetrante hacia la de él, dándole a entender que tenía toda su atención- en la otra mitad de mi carta soldado (ahora empleada como invitación) se nos informa de que la celebración durará toda una semana, pero creo que…

-Con pasar un fin de semana es más que suficiente. –Terminó tajante- Con dejarnos caer por allí y reunirnos un rato con el resto de los asistentes ya habré cumplido mi deber. Luego no se podrá decir que le hice el vacío a su invitación o que por motivos personales desairé las posibles relaciones futuras con el país del Rayo.

-Bien, como quieras. Si tan sólo deseas estar allí dos días, dos días estaremos (“con sus noches” estuvo a punto de añadir)

-¿Y cuándo es esa dichosa fiesta? –preguntó entre dientes.

Neji se terminó su porción de tarta con almendra, se limpió las comisuras de los labios con la servilleta y dio otro sorbo a su copa de vino. Sabía que la impaciencia de adueñaba de su mujer, que cada vez estaba de peor humor, no obstante, en ese instante, habría querido echarse a reír a carcajada limpia. De hecho, lo habría hecho si no fuese porque no era ni el momento ni la ocasión en lo absoluto. Probablemente, de haber dejado traslucir su buen humor, su integridad física habría estado en peligro.

Observó a Tenten un instante, estaba preciosa cuando se enfadaba, cosa que era muy a menudo, al menos con él. Sus mejillas adquirían cierto color carmesí por la furia y las pasiones vengativas del momento, su boca formaba un mohín muy seductor que pretendía ser un gesto de desdén y desagrado. Y cuando estaba, muy, muy alterada; su respiración se hacía más difusa, más imprecisa, tensando involuntariamente su pecho contra el escote; lástima que esa noche no estuviese enfadada hasta ese punto. Una cosa era verla irritada por una trivialidad o desacuerdo, y otra muy distinta era mantener una discusión fuerte dónde ambos se herían con las palabras y se lanzaban reproches como dardos envenenados. En el primer caso no le importaba, de hecho, era un placer observarla en pleno proceso; pero en el último; en fin, eso era otro cantar. Eso mismo había ocurrido cientos de veces antes, cuando Tenten se volvía fría y él se enfadaba, cuando ella se sentía herida y él también; así que esta noche no quería manifestar ningún tipo de afabilidad por ir a la fiesta de Ino, de lo contrario era así como terminarían. Y no es que quisiese asistir para ver a su ex amante, más bien era la idea de poder pasar toda una semana con Tenten en algún lugar apartado de la mano de Dios, los dos solitos, teniendo que compartir la misma habitación. Pero si su mujer tan sólo quería pasar un fin de semana, así sería. En este punto, él no era quien de llevarle la contraria, si lo hiciera sería un estúpido, como caminar por arenas movedizas. Si intentase convencerla, con la suerte que tenía probablemente Tenten pensase en unos motivos equivocados y terminaría por empeorar aún más su situación con ella.

-Es dentro de diez días. O –le sonrió triunfante- en otras palabras, cuatro días después de que te vayas a vivir conmigo.

Tenten palideció ante ese recordatorio de su mala fortuna. Tan sólo faltaban seis días para que tuviese que trasladarse, pues el plazo de tres semanas que le otorgó Neji estaba llegando a su fin. De pronto, sintió que le faltaba el aire, pero no llevaba ropa ajustada, ni cinturón, obi o cualquier otra prenda que pudiese dificultar su falta de oxígeno; lo que le indicaba que era más bien un estado mental. Se obligó a relajarse, hacía años que no había tenido un ataque de pánico, y sin embargo estas últimas semanas había estado al borde más de una vez. Ketaro ya lo había notado, pero fue Kirian quien la vio tendida en la alfombra de su cuarto echa un ovillo evitando por todos los medios saltar por ese abismo. Hizo prometer a Kirian que le guardaría el secreto, no quería que estos digamos…”percances” llegasen a oídos de sus padres, o peor, a los de Naruto. Con la fascinación que sentía su hermano por acabar con la vida de Neji, no tardaría ni dos segundos en servirse de esa excusa para llevar a cabo su venganza.

Alargó la mano hasta su copa y bebió todo su contenido, sintiendo como el fino vino bajaba por su garganta dejando a su paso una estela agridulce, desembotándole los sentidos. Tosió un par de veces y se puso en pie de un salto.

-Tengo que sal…yo…tengo que irme. Ya finalizó la hora que te concedí. –se apresuró a decir.

Se dirigió hacia el vestíbulo donde la esperaban sus dos leales guardias, uno sentado en una butaca leyendo el periódico, y el otro coqueteando con una ¿ayudante de cocina? (en fin, cosas más raras se han visto) Pero tanto el uno como el otro, en cuanto apareció en el corredor, dejaron lo que estaban haciendo para centrar su atención en ella. Al principio tanta vigilancia, cuidados y devoción podrían parecer extraños, pero era parte de su vida, de las objeciones y/o consecuencias de ser princesa. Debería estar ya acostumbrada, pero a sus 24 años de edad aún seguía pareciéndole una situación extraña. No le era algo violento, puesto que después de años de estar en compañía de “Barbie y Ken” (como a su marido le gustaba llamarlos) había llegado a sentirse cómoda junto a ellos; tal vez con el tiempo sí que acabase por habituarse a esta vigilancia tan constante y estrecha, después de todo, ¿no lo hacían todas las princesas? Aunque pensar en que la ayuda de Kirian y Ketaro como una constante, como una de esas realidades que no cambian, era estremecedor.



Ketaro le puso el abrigo que trajo al venir y le ató cada uno de los botones como a una niña pequeña. Kirian le alisó las capas del vestido que sobresalían por el bajo del abrigo y le dijo algo como “¿ves? Venir no ha sido tan terrible, después de todo”, también le pareció que le guiñaba un ojo, pero lo cierto era que no le estaba prestando mucha atención, aún seguirá escuchando un pitido agudo en sus oídos, recordándole el “casi” episodio de pánico de minutos antes.

Neji la había seguido hasta el vestidor sin darse ella cuenta, y casi se ruborizó por la estampa que debía estar contemplando. En realidad siempre la trataban como una muñeca, en sus días de palacio o incluso cuando pasaba largas temporadas en la casa de Naruto, siempre le elegían la ropa que debía ponerse, siempre tenía a alguna doncella que la peinase y atendiese sus más mínimos caprichos y siempre, allá donde fuese, la gente se inclinaba y reverenciaba en su presencia. A veces incluso, Kirian le ponía los zapatos porque ella tenía pereza.

El prisma con el que podían verla los ojos ajenos podría parecer el de vivir en una burbuja de cristal, sin embargo, ella era la que se ocupaba prácticamente de todo lo que se refería a la economía de la villa de la Nieve, era ella la que organizaba las juntas y programaba las reuniones para facilitar el buen funcionamiento de las relaciones y entablar alianzas con los países circundantes; era ella quien sostenía el reino (a menudo desde las sombras) porque, aunque los gobernantes van y vienen, es finalmente la economía lo que mantiene al país, es el dinero el que consigue que una nación no decaiga en ruina, lo que la sostiene.

Su padre, el señor feudal, es el que dirige, el que politiza, marcando el ritmo que todos debemos seguir; y Naruto era el que se ocupaba de los decretos reales, de las leyes, de que el sistema funcionase desde dentro, pero el pobre, gastaba tanto tiempo en ello y en aprender todo lo necesario para ser el próximo regente, que a menudo era ella también la que hacía parte de sus obligaciones (era un milagro que tuviese algo de tiempo libre). Así que ¿tan egoísta era que la consintiesen de vez en cuando? ¿Qué le hicieran caso y que le diesen las cosas más triviales hechas? Por eso, no le importó lo más mínimo la mirada condescendiente que le lanzaba Neji. Aunque el silencio que se sucedió era de lo más violento. Iba a decir algo, lo que fuera, pero no sabía el qué, por suerte él habló primero, aunque tras oír sus palabras, casi fue mejor que se hubiese mantenido en silencio.

-Recuerda que ahora te toca decidir a ti dónde iremos la próxima vez. Y sinceramente –sonrió con la mirada- me muero de curiosidad por saber que lugar eliges para nuestra próxima “cita”.

-No te preocupes, el miércoles seguro que te sorprenderé.