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martes, 24 de enero de 2012

Fanfic SasuSaku: Equilibrio Ciego

Cap.4: Prevenida


El diablo susurró entre las hojas: “Es bonito, pero el amar realmente merece la pena?”




Sasuke terminó de vestirse meditabundo, sin prestar atención a sus movimientos, su cabeza voló junto con su cordura, explayándose en la inesperada “visita” de Sakura.



Era malditamente consciente de que el estar parcialmente desnudo en una cama y tenerla a Ella inclinada cerca suyo, expectante y sonriente, confiada y oliendo a cielo, era lo más cercano que había estado alguna vez, y de lo que estaría jamás, de rozar sus fantasías más salvajes. No sabía si reír o llorar por ello.



Aún no me podía creer que se hubiese colado en mi dormitorio. Cuando éramos ambos más jóvenes es cierto que convertimos el “allanamiento” en una costumbre, pero desconocía que mi hermanita aún tuviese ese hábito.



De tener constancia, es tan claro como el agua, que me habría pillado con un pijama grueso de cuello alto y tanta tela sobre mí como para asfixiarme. De solo pensar que me había visto medio desnudo, con el pelo tieso, legañas en los ojos y, que por supuesto, seguro la había deleitado con una sonata de ronquidos; hacía que tuviese ganas de escarbar un hoyo y quedarme allí hasta que se me pasase la vergüenza, digamos… ¿unos 30 años? Rogaba a Dios que al menos no se hubiese percatado de mi erección matutina (que nada tenía que ver con la hora del día y sí con la persona que me había despertado), porque de lo contrario ya podía ir añadiendo otros 30 años a la suma.



De lo que estoy seguro, es que con vergüenza o sin ella, el episodio de hoy no lo olvidaré en la vida. Nada más entreabrir los ojos, allí estaba Ella, resplandeciente, como una sirena que tienta a los marineros a su paso; y apunto estuvo de chocar contra las rocas.



Luego de toda una noche de sueños tórridos con Ella; los cuales tengo tan a menudo que ya he sobrepasado el punto de retorno, ya no siento ni vergüenza al hablar de ellos; aún así fue inevitable que al tenerla tan próxima, con todo en mi mente tan reciente, me excitase.



Generalmente cuando Sakura anda cerca, o bien intento no mirarla directamente a los ojos (al igual que hacía en el pasado), o bien, si es inevitable el roce, poner todo mi autocontrol a funcionar para no lanzarme sobre ella como un salvaje.



Hasta la fecha nada de esto ha parecido funcionar para dejar de desearla, o para que mi lujuria por ella disminuyese, pero al menos he aprendido a no ceder a los impulsos, a no destruirla y atarla conmigo en la caída; que es más de lo que un hombre, que cualquier hombre que siente, puede otorgar. A fin de cuentas, no soy un santo, no soy el héroe.



Tan solo soy un ser humano que anhela, siente, quiere, teme, se ahoga y cae…cae en una rueda puesta a la fortuna de la vida, como un cliché Shakesperiano. Qué absurdo, que certero; cuán precio.



Alguien dijo una vez que todos somos marionetas del destino, si es así entonces mi sino debe divertirse de lo lingo conmigo, como si fuera una de sus piezas favoritas del tablero (o quizás la única que se le resiste)…y yo le reto: << ¿Acaso no tienes nadie más a quién atormentar? ¿Otro peón con quien jugar?>> Pero sé por experiencia que el hado se jacta de mí, riéndose en mi cara, espoleándome a cometer alguna estupidez, apostando en mi contra cada vez una mano mayor, a la espera de que ceda y me desmorone, de que haga una estupidez.



Posiblemente es una insensatez pretender retomar una relación “saludable” con mi hermana, quizás hace ya tiempo que sobrepasé ese punto de no retorno y no me di cuenta. O tal vez el incidente de hoy es algo puntual, una escena que estoy calibrando más de la cuenta. Tal vez nunca vuelva a suceder un episodio parecido y jamás me vuelva a encontrar en estos embrollos. Tal vez…. ¡uf!... ¡hay tantos “tal vez” en mi vida!



¡Joder! ¿Es que uno no va a poder estar tranquilo ni mientras duerme?

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Las horas en compañía de Naruto siempre me pasan deprisa, hoy no fue la excepción.

Cuando salí de mi clase semanal de pintura y me encontré “casualmente” con el rubio, con un hambre atroz en el cuerpo (ya que eran más de las dos y media de la tarde y yo sin almorzar) y con ninguna buena excusa para zafarme de su compañía, terminé por aceptar salir a comer algo por ahí. Como dijo el ojiazul; “por los buenos tiempos”.



Acabamos entrando al local <>, un restaurante de reducidas dimensiones pero que contaba con dos formidables chefs, quienes empleaban el negocio más como un juego en prácticas que como establecimiento en sí. Es decir, ellos creaban continuamente nuevos platos para colocarlos después en fila india sobre una tira en constante movimiento, como las del súper. Si lo que se busca es originalidad e innovación, entonces este es tu sitio (y por un módico precio además). ¡Leches! ¡Deberían contratarme como publicista! …



Durante mi noviazgo con Naruto, éste me trajo aquí incontables veces, fundamentalmente porque los chefs siempre probaban a hacer recetas nuevas de ramen, como dicho plato es su favorito, nunca se las quería perder.



La conversación con mi ex fluyó, con Naruto siempre era así, tenía un don para la palabra, no importando la situación o el ridículo que pudiera hacer, él siempre lograba que me sintiese cómoda a su lado. Y esta faceta suya, fue primordialmente lo que hizo que me interesase en él cuando lo conocí. Sin embargo, en cuanto a la intimidad se refiere, fue un completo desastre.



Todos tenemos nuestras fantasías secretas/preferencias, pero jamás sospeché sobre la tendencia sexual de Naruto. Al parecer era masoquista, así que el único modo de conseguir que se excitara era a través de métodos poco…convencionales: bofetadas, tirones de pelo o de orejas, mordeduras hasta sangrar, latigazos de cinturón, golpes de pala en sus cachetes, el uso de tenazas para…(en fin, creedme, si digo que no querréis conocer el resto).



Al principio todo fue bien, incluso excitante; pero con el tiempo acabé haciendo cosas que luego lamentaba, con cada contusión en el inmaculado cuerpo de Naruto, más me odiaba (por lo que hacía, por lo que me hacía hacer y por lo que me hacía a mí misma).



Me encantaba pasar el tiempo con el rubio, siempre tan divertido, todo luz atrayente, supongo que en cierto sentido lo veía como mi ángel redentor, como mi guía en medio del mare magnum que era mi vida bajo la superficie. Pero en cuanto lo conocí mejor, me hice a la idea de que él tampoco es ningún ángel, no es la perfección que anhelaba, él también tenía sus quebraderos de cabeza y sentimientos inquietantes. Mi error fue no darme cuenta…o hacerlo demasiado tarde.



Yo miraba a Naruto y veía todo cuanto codiciaba, era la personificación de mi propia interpretación vacía, pues él verdaderamente es la que aparentaba (quizás no fuese un adonis, pero no fingía nada. Nunca). Si estaba triste o enfadado lo transmitía en su voz, gestos y comportamiento. Su rostro era como la ventana de su espíritu, transparente. Naruto era así, transparente. Es lo que yo me esfuerzo tanto en fingir.



Supongo que Naruto vio en mí algo parecido, creyó contemplar la silueta de la perfección y cayó encandilado, salvo que en mi caso…jamás descubrió lo que tras la fachada se escondía. La única vez que me desmoroné, que dejé de sostener el telón, fue precisamente el día en que terminamos nuestra relación.



No obstante, durante el tiempo que duró nuestro noviazgo, fingí espléndidamente, ¿no lo hago siempre? Pero estaba tan sola con mis padres siempre trabajando o Sasuke vagando solo sabe Dios dónde o con quién…que hice de Naruto mi ancla, hasta que todo se descontroló.



Cuanto más lo conocía mayor era el abismo que nos separaba, más me daba cuenta de lo distintos que éramos; pero decidí ignorarlo…”corazón que no ve, corazón que no siente”…pero sí que sentía…y fue doloroso.



Después de intimar, la línea invisible que nos separaba se hizo más fuerte y dilatada, que no se malentienda; no es que Naruto fuese un masoquista extremista, de esos a los que tienes que torturar o atizar hasta hacerlo medio desangrar (a extremos y cuanto más mejor) para lograr excitarlo completamente, con que le diese un par de cachetadas furiosas (al puro estilo “pelea-de-enamorados”), lo pellizcase en el momento justo (en trasero, hombro…donde lo pillase) para tener luego sexo desenfrenado y dar a su orgasmo una mayor altura era suficiente para él. No es nada con lo que no pudiese lidiar; pero no fue hasta el fatídico <> que no me di cuenta de cuán diferentes somos nosotros y nuestros gustos. Supongo que en cierta forma no me importaba el tipo de relación que mantuviéramos, siempre y cuando Naruto no me dejara. Pero no siempre se puede tirar de una cuerda floja.



Aquel funesto domingo quedamos para ir a un nuevo salón de juegos (en la zona donde vivimos no hay muchos sitios a los cuales salir y la noticia del salón recreativo era todo un evento), yo había tenido un mal día (en realidad uno peor que malo) y él llegaba tarde; así que cuando por fin apareció, con su estúpida y alelada sonrisa en su “perfecta” cara, exploté. No sé qué se apoderó de mí, pero al minuto estaba de pie ante él, y al siguiente estaba sobre él, en mitad de la acera, golpeando su rostro una y otra y otra vez con mis puños cerrados.



Naruto, mi ingenioso y querido Naruto no se resistió, ni siquiera movió un dedo para defenderse, tan sólo se quedó allí tumbado mirándome, entre sobrecogido y asombrado, sangrante. El ver gotear ese vital fluido rojo fue lo que me refrenó, la guinda que me hizo volver en mí.



Los sonidos se hicieron nítidos y cuando alcé la vista, me arrepentí al momento. Decenas de curiosos se arremolinaban como aves de rapiña a la espera de más espectáculo, las mujeres gritaban “¡salvadlo, quitádsela de encima!” o “¡que alguien lo ayude!”…y cosas por el estilo, pero ellas no movieron ni una de sus preciosas uñas para interponerse entre Naruto y yo, algunas hasta lloraban, ¡Por Dios! tanto drama…



Cuando volví a mirar hacia abajo, unos ojos brillantes me esperaban.



Naruto tenía el labio partido, así como una de sus cejas y un profundo corte en la mejilla. ¿Había hecho realmente yo eso?, miré mis manos que temblaban, y al ver la sangre y el anillo del revés, el cual era filoso por culpa del desprendimiento de una de sus piedrecillas de amatista, supe que sí.



No recuerdo lo que dije o lo que hice después de aquello, pero fue Naruto quien me sostuvo en apretado abrazo hasta que no quedó dentro de mí más llanto, fue él quien me siguió mimando y mirando con deseo mientras me besaba el pelo. Y al tener conocimiento de que mi “rabieta”, por decirlo suavemente, lo excitó; como evidenciaba la oculta presión de su miembro contra mis vaqueros, tan solo sirvió para empeorar más las cosas.



Esa tarde Naruto me vio por dentro, tal cual, sin el disfraz de princesa; y le gustó, ¡Dios, le encantó!; pero yo no me gustaba a mí misma, ¿cómo podría? Convertí a mi amante, novio y amigo en mi chivo expiatorio. Descargué el resentimiento de toda una vida en alguien que aprecio. Soy despreciable, un mal bicho, la mala hierba, perversa, cruel. Pero hasta ese día, nunca supe hasta qué punto.



Si yo no hubiera terminado mi relación con él (haría ya unos 6 meses), me habría acabado destruyendo a mí misma. Todos tenemos un tope, y yo lo sobrepasé. Mala chica.



Durante la comida de hoy con Naruto hablamos de esto también, a él no le importa como sea…mientras le siguiese abofeteando tan fuerte hasta hacerlo llorar…mientras enterrase las uñas en su espalda tanto como me fuera posible, tan hondo que le saltase la piel a tiras, como surcos diminutos de latigazos…Naruto quería ser mi particular catalizador de daños, pero yo no podía permitir eso. Sino por él, por mí, porque con cada herida suya, más profunda se hacía la yaga que mora en mi corazón, más hondo caía, más me humillaba, y yo lo que quiero es precisamente lo contrario: huir; volar fuera del pozo, no apretujarme en sus entrañas ¿se entiende o estoy loca? Bueno…quien sabe…



Él quería más de esto, más de lo que le pudiese ofrecer. Y yo no quería separarme de su lado, tal vez por el único motivo de que él me veía. Realmente me veía sin las gafas rosas, le gustaba yo, ¡YO! Pero en ambos casos el tipo de relación no era amor.



Entre tazón y tazón de ramen hoy hablamos también de sus planes, pronto se mudaría en consecuencia al divorcio de sus padres y quiso despedirse. ¡Dios, soy codiciosa incluso para esto! Naruto me gustaba, pero sólo como un amigo, de hecho, pasase el tiempo que pasase, siempre sería mi mejor amigo, mí más querido y preciado. Mientras me hablaba de la mudanza y de los proyectos que tenía para el futuro, en lo único que podía pensar era en que no quería que me abandonase. Soy avariciosa incluso para esto, es como si tuviese la situación que tuviese, me sintiese insatisfecha en la vida…bueno, en realidad sólo con la mía.

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Eran las siete de la tarde pasadas cuando Sakura llegó a casa, no sin antes evadir a un vendedor ambulante, unos nubarrones que no tenían muy buena pinta y más de un par de colegialas que preguntaban por la dirección de Sasuke. Antes simplemente la interrogaban para saber si su hermano se dejaría caer por la “Paladium” o el “Soho” (ambos unos locales de mala muerte), pero ahora que parecía que cada vez pasaba más tiempo en casa, los esfuerzos del alumnado femenino habían pasado de lo imperioso a lo titánico. Sinceramente, me daba más miedo encontrármelas a ellas en un callejón oscuro que a un vándalo. ¡¿Quién sabe lo que estarían dispuestas a hacer por conseguir sus propósitos?!



Mientras se sacaba los zapatos y los guardaba en un casillero, el dulce olor de la comida casera recién hecha impregnó todo el pasillo, seduciendo su olfato. Un momento, olía como a… ¡galletas!...ummmm…casi podía saborearlas...



Caminó, o mejor dicho, trotó hasta llegar a la cocina; y una vez allí se detuvo en seco. De nuevo, Sakura hubiera dado cualquier cosa por tener una cámara digital a mano, la estampa de Sasuke; remangado hasta los codos y mirando ceñudo un libro de recetas, concentrado como si intentase resolver un problema dificilísimo, con restos de harina en la mejilla y el rubor propio del haber trabajado entre fogones, era la cosa más encantadora que había visto en mucho tiempo. Casi se podía ver al niño pequeño que fue en su día. ¡Kawaiiiii!



-Me has dejado ciega –dijo ella, con una sonrisa torcida.



Él, al oír su voz, dejó lo que estaba haciendo para mirarla, se irguió lo más que pudo. Metió los pulgares bajo las solapas de la parte superior del delantal e hinchó el pecho.



-No puedo dejar que me eclipses –decidió Sasuke. Después de indicarle por señas que se sentase en uno de los taburetes de la cocina, volvió a lo suyo.



Sakura hizo un intento por saquear una galleta de las de la primera horneada, una nunca estaba lo suficiente llena para comérselas; pero Sasuke tenía otros planes; le dio un cachete en la mano con una espátula de madera justo cuando había escogido la más grande, haciendo que ésta cayese de vuelta al plato.



-¿Sabes? Es injusto, ¿cuántas te has comido tú ya? –replicó ella.



Él la ignoró, aunque sonreía divertido. En realidad Sakura tenía el estómago lleno (¿quién no después de zamparte tres cuencos de ramen?) pero viendo como tanto se esforzaba… ¡incluso le había preparado galletas!, reculó en su diatriba. Habría sido bastante descortés, sino cruel, el soltarle tal lindeza; sobretodo porque había sido ella lo había manipulado (muy sutilmente, por supuesto) para que preparase la cena. Así que por el contrario curioseó:



-Ya que no me dejas echarle el diente a mi postre favorito, ¿vas a decirme al menos que hay para cenar o es un secreto de estado?



-Nada espectacular; arroz con curri, algo de pulpo a la plancha y la ensalada con verduras del todo a cien.



-No, en serio.



-Lo digo en serio, esto es lo que hay de cena. –señaló en su tono más convincente. Veamos, o era mejor actor que ella o… ¡válgame Dios!... ¡realmente tenían rabos de pulpo para cenar!... ¡y la ensalada reseca del 24 horas!... ¿era demasiado tarde para justificar que estaba llena?



- No me mires así. –intervino él.



-¿Así como?



-Como si fueras una niña pequeña a la que hubiesen estafado con ir al dentista en vez de a Disneylandia.



Ese comentario rompió la tensión que súbitamente se propagó por el ambiente y los hizo a ambos reír. Sí, advino al ver como los músculos tensaban la camisa de Sasuke, decididamente no era un niño. La imagen de él reclinado en su cama, con una rodilla parcialmente levantada y el torso al descubierto, indefenso mientras dormía, aún no se le había borrado de la memoria, tal vez nunca.



Y cuanto más lo pensaba, más segura estaba de la hermosura de su hermano. No importaba lo que estuviese haciendo, ni el estado de ánimo en el que se encontrase (furioso, cansado, leyendo, animado…) él siempre se veía bien. La artista que habitaba en ella no podía escaparse de hacer comparaciones; con sus facciones relajadas, su piel casi del blanco más puro, los ojos de un ónice intenso que evocan a soñar y una naturaleza de fuerte temperamento controlado; Sasuke era inolvidable. Bello e inolvidable. Y antes de darse cuenta Sakura preguntó:



-¿Sasuke, posarías para mí?



El aludido, quien estaba revolviendo los armarios de la cocina en busca de las especias, se sorprendió de tal modo, que no vio venir la manilla de de la estantería superior que mantenía abierta hasta que fue demasiado tarde. Un sonoro ¡plok! Fue lo único que le advirtió a SaKura del echo; bueno… eso, y que hacía un instante estaba de pie y al siguiente yacía despatarrado de espaldas al suelo con un dolor del demonio en la sien.



El repiqueteo de unos pasos sobre la madera barnizada fue lo que le advirtió a Sasuke de que ella se aproximaba. Genial, nada como hacer el imbécil frente al amor de tu vida para que ésta acudiera con la compasión de 10 hombres (y necesitaría la fuerza de otros tantos) si iba a intentar levantarlo o arrastrar su culo a algún sitio. ¿Cuánta más miseria se le iba a venir encima? ¿Es que el destino no tenía compasión?



-¿Se puede saber que estás haciendo en el suelo?



Sasuke indicó el armario superior con la puerta aún zarandeándose:



-Me golpeé con la manilla.



-¿En la cabeza?



-Eso parece. Menos mal que es dura, ¿huh?



Ella sonrió ante su humor tan fuera de lugar. Sakura se agachó a su derecha y le sostuvo la cabeza con ambas manos. Sasuke contuvo la respiración cuando ella retiró suavemente el cabello de su rostro para examinarle la frente, debía de tener un buen chichón (al menos se sentía como si lo fuese) y él era un bastardo egoísta por desearla de la forma que lo hacía.



La mirada preocupada de su cara era suficiente para hacer que quisiera hacerse daño otra vez para ver si ella se preocupaba aún más. Afortunadamente no era tan masoquista. Aún. Se puso en pie aferrándose con fuerza a uno de los taburetes y se sentó en él, con los codos apoyados en la mesa y una mano tapando parcialmente su rostro, ocultando así cualquiera de los pensamientos que invadían su mente. Esperó en silencio mientras Sakura volvía a tomar asiento, intentando que diese la impresión de que se tapaba el rostro debido al leñazo y no a la vergüenza.



Cuando estuvo lo suficientemente recuperado, se aclaró la garganta, tosió como quien no quiere la cosa y después investigó:



-¿ A qué tipo de posado te refieres?



-¿¿Um??



-Antes de la caída mencionaste algo al respecto de posar.



-¡Ah, si!...bueno….no es como si nunca antes hubieses estado parado frente a grandes multitudes de frescas, digo…de chicas, así que esto no debería ser un problema…



-Sakura, al grano.- Era imposible que le estuviese sugiriendo que modelase para ella desnudo, e incluso ligero de ropa. Hace ya mucho que tengo asumido esto, sé mejor de nadie lo absurdo que es mantener aún sentimientos por ella, el deseo de un amor unilateral; así que de ningún modo me auto torturaré al ir por esos derroteros. Pasar más tiempo con ella tan solo serviría para enamórame aún más y para darle nuevas oportunidades de que descubra todo lo que siento. Ya tengo presión suficiente tal y como están las cosas. Así que, no gracias.



-Te parecerá una locura –continuó ella- Pero eres el modelo perfecto, das completamente el pego. –Cuando vio que su hermano fruncía el ceño, Sakura aclaró- Es tu imagen Sasuke, la harmonía en tus movimientos, la elegancia de tus gestos, tu carisma. Todo tú. No dejo de darle vueltas al asunto y cuanto más lo medito más convencida estoy de que si no te pinto me arrepentiré. Y tú no querrías eso, ¿verdad?–cuando escuchó cómo él tomaba aíre sonoramente, Sakura supo que iba por buen camino- Sasuke, no importa como, no logro sacarte de mi mente. –aunque se moría de la vergüenza al admitirlo, no se interrumpió, era necesario que viese la honestidad en sus palabras si quería que él cooperase; no era tiempo de ser prevenida-Te veo arropado solo por una sábana o con la manopla del horno en la mano, con tu rostro vulnerable y relajado y….y….¡Dios, Sasuke! Eres hermoso….eres tan hermoso…. ¿No lo harías por mí? ¿Tan difícil te resultaría el posar un rato para mí?


Continuará....

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