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martes, 13 de diciembre de 2011

Fanfic NejiTen: Orilla de Lágrimas

Capítulo 8: De picnic [1ª parte]

El martes, Tenten rezó para que lloviera.

Puesto que Neji había dicho que irían de picnic, esperaba que empeorara el tiempo. Sin embargo, Kami parecía ser tan indiferente a sus deseos como su propio marido, pues el día amaneció despejado y radiante; una tarde cálida y agradable de otoño. Era el día perfecto para un picnic.

El hecho de tener que hacer ese tipo de salidas con él le desagradaba profundamente. Los picnics habían sido una de sus actividades favoritas años atrás, y había demasiados recuerdos relacionados con ellos, recuerdos de cuando su vida juntos era tan feliz. Nunca había vuelto a ir de picnic pero, cuando él le dijo dónde planeaba que fueran, su rechazo a la excursión se multiplicó por diez.

Se quedó helada. Empezó a retorcer con fuerza el mango de su pequeña y plegada sombrilla con ambas manos. Miró a su marido, horrorizada.

-¿Dónde?

Él se echó a reír, con una alegría inexplicable para ella, dadas las circunstancias. A su parecer, no había nada gracioso.

-No es necesario que me mires como si te hubiera pedido que corrieras desnuda.

-¡Neji!- dijo amonestándolo y dirigió una mirada de refilón pero penetrante a Yumi y sus 2 guardias reales a modo de una ruta de escape.

-Tan sólo vamos al Kurigayashi –replicó riéndose todavía.

Ascender hasta las cuidadas praderas del monte Kurigayashi implicaba dar un rodeo por la villa atravesando la zona destinada a las dependencias de la vida política. Es decir, pasar por delante de la torre del Kage, de las viviendas que conformaban el consejo de ancianos, del castillo del señor feudal,…, en definitiva, de edificios destinados a la cuestión de Estado dónde todo el mundo que ejercía un cierto poder en la villa pudiera ver con sus propios ojos el ¡milagro! de encontrarla a ella con su marido.

Si alguien la veía con Neji, que la verían, todos pensarían, incluido su padre, que había tenido lugar a las claras la tan esperada reconciliación. Y si a eso le sumamos las veces que la habían visto últimamente en compañía de su marido en bailes benéficos o a plena luz diurna en la gran biblioteca dela aldea, el resultado es aparentemente concluyente. Y cuando Neji se volviese a largar (y eso esperaba) todos volverían a señalarla como la culpable del fracaso de su matrimonio, todo volvería a empezar de nuevo. El ser marcada, criticada, el ser amonestada y el foco de todas las miradas indiscretas.

-¿Tú y yo juntos en el Kurigayashi? ¿Es que no podías haber escogido otro lugar? –estaba pálida y no lo disimulaba. Y él había elegido ese sitio a propósito.

-¿Qué tiene de malo el Kurigayashi? –Preguntó con fingida inocencia- además, es uno de los lugares con mejores vistas de la aldea y casi nunca hay nadie. No veo qué es lo que te parece tan catastrófico.

Ella empezó a sentirse mal e histérica, lo miró mientras abría su parasol, pues si seguía retorciéndolo acabaría por romperlo.

-Además, el picnic es la excusa perfecta para apartarte de la vista de tu hermano.

-No quiero ir contigo al Kurigayashi

-¿Por qué no? ¿Temes que la gente me vea besándote en el cuello?

Eso era exactamente lo que temía. Tenten sintió que empezaba a temblar

-No, eso no me preocupa

-¿No?

-No. Porque no voy a ir.

-¿Por qué, Tenten? ¿No quieres mostrar a tus amistades que nos hemos reconciliado?

-¡No nos hemos reconciliado! No voy a ir a coquetear al Kurigayashi contigo, y dar así la impresión de que estamos juntos.

-Puesto que todavía no vivimos juntos, eso no es un problema

-Si te referías a aquello de que pronto recibiremos las mismas invitaciones, el rumor ya correrá lo suficientemente deprisa, o eso me temo. No tengo ganas de animarlo más de este modo. No voy a ir.

-Si no vienes conmigo… -hizo una pausa, miró a Yumi y a “Barbie y Ken” y se inclinó hacia su oído- si no vienes conmigo, te sacaré fuera yo mismo, te amarraré, noquearé a tus guardias y te llevaré a cuestas. Cualquier vecino que camine por aquí cerca me verá hacerlo y, puesto que puedo suponer que lucharás conmigo a cada paso que des, verá que nuestra “reconciliación” no va bien. ¿Te parece esto mejor?

-Me diste tu palabra de que no utilizarías la fuerza bruta –le recordó en un fiero susurro.

-No, te di mi palabra de que no usaría la fuerza para llevarte a la cama –susurró él a su vez- desde mi punto de vista, cualquier otro lugar no es válido

-Ahora ya puedo añadir el apelativo de rudo a mi lista de descripciones sobre ti.

-Bueno, como hace tiempo te dije, la fuerza bruta es útil de vez en cuando.

Tenten no tuvo duda de que llevaría a cabo su amenaza, y recordó que hacer que esperara era su estrategia. Después de un tiempo, se cansaría de su juego y se iría.

-Entonces, vamos –dijo mirando a Ketaro y a Kirian, sus dos guardaespaldas- cuanto antes vayamos, antes terminaremos.

-He aquí la Tenten que yo recuerdo –dijo siguiéndola mientras bajaban los tres escalones hacia la calle- valiente, aventurera, lista para probar cualquier cosa.

Durante su noviazgo, solían ir de picnic a menudo, siempre había alguien vigilando a Tenten oculto tras algún arbusto, claro; pero también siempre supo cómo robarle algún beso rápido, apasionado, alimentando su deseo por él con esos preciosos momentos robados. Había funcionado como un hechizo, y él creía que podría volver a funcionar.

Estaba intentando rememorar los días de su noviazgo, con la idea de que así conseguiría renovar el afecto de Tenten por él, pero con el lujo añadido de poder tocarla y besarla sin tener que ocultarse de la vista de todos. Estaban casados y él podía ser todo lo atrevido que quisiera, y lo sabía.

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Tal y como ella había predicho, el Kurigayashi estaba casi desértico; y el ascenso a la montaña hizo que el recorrido hasta allí le pareciera a Tenten especialmente eterno. Aunque el rodeo hasta allí tampoco había sido muy agradable que digamos. Como era de suponer cuando atravesaron la zona de los altos mandatarios, la gente se acercaba, murmurando, especulando, sin duda viendo a la “princesa” y su esposo juntos en público.

Lo irónico de la situación le provocó deseos de sonreír. Qué buena broma sería, aunque sólo ella pudiese apreciarla. Si su padre supiera que, después de tantos años de rebelión, ella iba a comer con su marido. ¡Le daría apoplejía!

Mientras avanzaban por la ladera, Tenten se alegraba de haber acertado con su atuendo. Eligió un vestido satén blanco de manga y talle largo con líneas verticales de un púrpura intenso. Había descubierto que le hacían parecer más alta y ese día no quería sentirse pequeña. Aunque otra de las razones para llevar vestido y no su habitual kimono, radicaba en que el kimono dificultaría su marcha, sus pasos serían cortos y lentos y lo último que quería era prolongar más su trayecto junto a Neji. Si tal cual, el camino ya le había parecido eterno, no quería ni imaginar cómo sería de otro modo.

Ketaro y Kirian que los habían acompañado a una distancia prudencial siguieron a Neji mientras la llevaba hasta un lugar de césped sombrío, cerca de un pequeño estanque natural.

-¿Está bien aquí? –preguntó englobando el lugar con un movimiento de brazos.

En realidad, no tenían ningún tipo de intimidad, pues la poca gente que había por la zona también se había asentado cerca del estanque en busca de una sombra, y cualquiera que los conociese podía verlos y murmurar, pero era tan apacible como cualquier otro lugar del prado en un día como aquél. Era suficiente.

Cuando ella asintió, Ketaro y Kirian extendieron una manta. Tenten se sentó con su vestido revoloteando a su alrededor. Lo ahuecó un poco para hacer sitio a Neji, y éste se sentó frente a ella mientras los guardias se disponían a buscar otro lugar en el que asentarse. Un lugar lo suficientemente lejos como para no escuchar lo que se pudieran decir ella y su marido, pero también lo suficientemente cerca como para acudir si se los necesitaba.

Neji comenzó sacar utensilios de la cesta que estaba a su lado. Extrajo cubiertos, platos y una pequeña variedad de envases, con lo que suponía, dentro habría comida. Mientras, su mujer clavó el pequeño parasol que llevaba consigo en el césped y lo abrió. El Hyuga la miró extrañado de esa acción, pues estaban a la sombra y la sombrillita sobraba, pero tras recordar cómo tan afanosamente la aferraba contra sí durante todo el trayecto, se dio cuenta del porqué. Tenten astutamente se había colocado en una posición diagonal de espaldas al campo, con él por delante y con el estanque en el lado izquierdo para ocultarla a la vista de la gente. Eso hacía que quedara expuesta por el lateral derecho, dónde acababa de colocar el parasol para no dejar puntos muertos. Así, aunque su sombrilla fuese pequeña y aparentemente de adorno, al estar Tenten sentada y la sombrilla abierta, escondía su rostro a todo aquel que pasase o estuviese cerca. De modo que cualquiera que lo viese a él, sabría que estaba con una mujer de picnic, pero no sabrían con quién. ¡Qué astuta!

-¿Tenten? –interrogó para llamar su atención.

Ella se vio obligada a alzar la mirada.

-¿Te preocupa lo que opine la gente?

-Bueno, no era necesario venir aquí y estimular los rumores. –miró a su alrededor- sin duda, mañana las apuestas serán a tu favor, y todos te aplaudirán por conseguir que tu mujer histérica y desobediente cumpla con su deber.

-Si eso es lo que van a decir, no te conocen muy bien, ¿no crees?

-¿Acaso voy a ganar nuestra pequeña guerra?

-No, es que tú no eres histérica –comenzó a reírse- desobediente es una cosa muy distinta.

Maldito fuera él y su encanto victimista. Podía decir cualquier cosa, hacer lo que quisiera, y había veces en que conseguía arrancarle una sonrisa. Ella miró hacia otro lado y no le contestó.

Neji volvió a reír, estaba muy guapo cuando sonreía pensó…y también cuando no lo hacía, la verdad. Tenten respiró el limpio aroma del mundo recién lavado y admiró las gotitas brillantes de la hierba alta antes de volver a enfocar su vista en su marido.

Neji desató una bolsa de cuero (que ella aún no había percibido) y sacó una botella mojada por el agua del hielo picado en la que había estado fijada.

-¿Champan? –preguntó con una sonrisa que tenía el encanto de Lucifer.

Ella alzó una ceja.

-¿No es un poco fuerte para estas horas, Neji?

-Puede –dijo asintiendo, mientras sacaba una copa de la cesta. Descorchó la botella y vertió un poco del burbujeante líquido en la copa aflautada de cristal.

-¿Qué más has traído? –Preguntó mientras ella le acercaba la copa, con demasiada curiosidad ante el contenido de la cesta como para poder ocultarla -¿caviar, quizá? ¿O, como ya tenemos champán, has traído fresas bañadas en chocolate?

Él negó con la cabeza y dejó el champán a un lado.

-No, algo mucho mejor, algo que te gusta mucho más que todo eso; ¡bollitos!

Alcanzó la cesta y sacó un cuenco con bollitos redondos y dorados, que colocó sobre la manta. Después, sacó un pequeño bote de mermelada.

Ella adoraba los bollitos con mermelada, era otra de sus cosas favoritas. Neji parecía recordar muchos detalles, y se dio cuenta de que ésa era su gran ventaja. Sabía demasiado de ella; el hambre que siempre tenía a esa hora del día, la comida que le gustaba, lo delicioso que era cuando le besaba el cuello.

-Sin duda –murmuró con un suspiro- ¿mermelada de fresas?

Abrió el pequeño tarro, miró en su interior con ojos curiosos y después la miró con una sonrisa.

-Creo que es de fresas –dijo, tratando de parecer sorprendido ante tal descubrimiento- tu favorita, ¡qué coincidencia!

-Es un truco muy tonto para ablandarme, para hacer que me gustes de nuevo.

“Para conseguir que vuelva a enamorarme de ti”

-Cierto - asintió mientras dejaba a un lado la mermelada y se servía más champán. Se recostó frente a ella, descansando sobre un brazo, las piernas flexionadas, en una pose de completa indiferencia al hecho de que ella lo encontrara absolutamente transparente- ¿y está funcionando por ahora?

-¿Por ahora? –Lo miró y tomó un sorbo de champán- ¿crees que tu victoria es cuestión tiempo? Qué tonto eres si piensas que puedes ganar con esa facilidad, sobre todo si empleas tácticas tan simples como picnics y champán.

Él hizo una pausa, dirigiéndole una mirada de pretendido arrepentimiento.

-Entonces, ¿no quieres ningún bollito?

Ella apretó los labios, asintió con la cabeza, con orgullo, mientras miraba los panecillos sobre la manta.

-¿Has traído mantequilla?

-Por supuesto -dejó a un lado la copa y sacó otro tarro.

Ella se rindió.

-Pásame un bollito -dijo, dejando su copa de champán al lado de uno de los platos.

Él abrió el pan redondo a lo largo y le ofreció ambas partes junto con una cucharita.

-Sé que el soborno vencerá.

-Al contrario -replicó ella mientras extendía una porción de untuosa mantequilla- no soy tonta. Los bollitos, la mermelada, el champán -dio un mordisco a su bollo- nada de eso funcionará.

- Tenten, ten piedad de mí -dijo él mientras se preparaba un pan- mira lo que me obligas a hacer para conseguirte.

Pero ella no podía ayudarlo, sonrió mientras miraba cómo se comía medio pastelito de un solo mordisco, un bollo grueso relleno de mantequilla y mermelada.

-Pobrecillo, parece que estés sufriendo muchísimo.

Él asintió mientras masticaba.

-Sufro, sabes que prefiero la mermelada de albaricoque -se relamió las sobras de la comisura de la boca y la miró -pero las fresas también tienen sus ventajas.

Ella vio algo en sus ojos, y su cuerpo, su corazón, lo reconocieron. Esa mirada cálida, expectante. Se puso tensa mientras contemplaba cómo él dejaba la mitad de su bollo a un lado y se acercaba cada vez más hasta que sus caderas la rozaron.

-Tienes la boca llena de mermelada.

-Estás mintiendo -lo acusó con la boca llena, y se llevó los dedos a la cara, verificando que estaba mintiendo, mientras terminaba de comer su parte- no tengo mermelada en la cara.

Neji retrocedió, de cuclillas, cogió un poco de confitura con el dedo, se volvió y le tocó la comisura de los labios.

-Ahora, sí.

Era un juego, su juego, al que solían jugar años atrás. Durante aquellos picnics, si nadie miraba, él le ponía mermelada en la boca y después la besaba. Cuando se casaron, se convirtió en parte de su ritual matutino. Desayuno en la cama, mermelada de fresas y hacer el amor. Él lo había dicho hacía dos días, y ahora, estaba conquistándola de nuevo, haciéndole recordar cuáles fueron sus sentimientos hacia él, recordándole cosas que ella se había obligado a olvidar.

“Siempre has preferido hacer el amor por la mañana.”

Él se echó hacia delante, acercando su boca a la de ella con una mirada interrogante y, de pronto, pareció que sus esfuerzos por parecer fría y distante fueran inútiles. Había algo en las profundidades de sus ojos que todavía podía hacerla sentir caliente y lánguida, aquella sonrisa tenía cierta ternura, y todavía podía despertar calor por todo su cuerpo y hacer que se derritiera como la margarina en una tarde soleada. Él se acercó más.

Ella lo odiaba, lo odiaba.

Se detuvo con la boca tan sólo a unos centímetros de la suya.

-No me gustaría que pasaras toda la tarde con esa mermelada roja en el rostro, en fin, qué diría la gente; podría besarte para quitártela.

Él sonrió acercando sus labios un poco más, y ella comenzó a sentir pánico. Puso la palma de la mano entre ambos, contra el pecho de él, para detenerlo antes de que pudiera besarla.

-¿Es que tampoco voy a estar a salvo de tus ataques en público?

-En ningún sitio estarás a salvo de mis ataques.

Se quedó helada; él también. Ambos permanecieron impasibles, detenidos por la mano y el rechazo de ella. Su pecho era un muro pétreo bajo su palma, y ella imaginó que podía sentir su corazón latiendo tan deprisa como el suyo. Con un poco de imaginación, quizá, pues su camisa de algodón blanca en cuello de cisne y su jersey color azul hacían imposible saber con certeza si eso era verdad, aunque el deseo que mostraban sus ojos no inducía a error. Hacía tanto tiempo que él no la miraba así, tanto tiempo desde que ella había deseado que lo hiciera.

Pero ella ya no lo quería. Ya no.

En ese “ataque” la pequeña sombrilla de Tenten cayó al suelo, produciendo un chirrido sordo, y todos se habían girado para ver que ocurría.

-La gente nos mira –le susurró, desesperada.

Sus dedos acariciaron sus mejillas, sus pestañas parpadeaban mientras miraba su boca.

-Si nos miran, démosles algo digno de que hablar.

Su voz sonaba grave, dura, tal y como se sentía ella misma. Era un canalla, realmente lo era.

Él rozó sus labios con los suyos, y una sensación liviana se disipó en su interior. Por un breve instante, sintió como si estuviera cayendo al vacío.

Tanto, tanto tiempo, ella ya había olvidado cómo solía mancharla con mermelada de fresas en la boca, justo antes de besarla. Había olvidado cómo sabían sus besos, cómo era su tacto. Él estaba consiguiendo que recordara cosas que ella no quería recordar, cosas que le habían producido tantos placeres.

¿Había aprendido algo? Nada de eso era real. Él la estaba manipulando para obtener lo que quería, como había hecho durante su noviazgo. Neji le había enseñado la lección más amarga que una mujer podía aprender de un hombre, que su amor y su deseo no era lo mismo. Pero esta vez no iba a ser tan estúpida.

Con esa idea, recobró el sentido. Retrocedió, apartando la mano mientras se reclinaba sobre la manta, obteniendo el espacio que necesitaba. Observó, frenética, a su alrededor y confirmó sus peores presagios.

-La gente está hablando de nosotros.

-Diciendo cosas horribles, por supuesto.

Él no la apartó, sino que se recostó, dejando caer el peso sobre sus codos y dando la impresión de estar mucho más cómodo que ella.

-Besar a tu propia esposa, especialmente en público, es el colmo del mal gusto. Mis amigos jamás me lo perdonarían. Trataré de contener mis impulsos la próxima vez que tengas mermelada en la cara.

-Supongo que, simplemente, no has podido evitar mancharme.

-Pero, Tenten, eso no sería divertido.

-Sé que la vida siempre es diversión para ti.

-¡Por Kami! eso espero. ¿Por qué no habría de serlo?

Para ella también había sido divertida una vez, cuando estaba con él, pero su vida ya no era así. Contenida, ocupada, satisfactoria, con algunos momentos de felicidad y otros de tristeza, no era divertida, no era alegre, ni maravillosa, ni excitante. No como la de Neji.

Humedeció la punta de la servilleta en la copa de champán, y se frotó con ella el rostro. Después, lo miró.

-¿Ya está?, y no me mientas.

-sí, pero te has frotado tan fuerte que te ha salido un sarpullido.

Tenten dobló la servilleta y se la tiró a la cara. Se vio tentada a mirar otra vez a su alrededor por si podía identificar algunos de los rostros que los estaban mirando. Pero se contuvo, pronto oiría los rumores, y todos los demás también. A la mañana siguiente, todo el círculo de amistades de él, y el de ella, sabrían que Neji Hyuga había besado a su mujer y, sobre todo, que “la princesa” no había puesto mucho empeño en detenerlo. Y dirían que ya era hora de que dejara a su marido compartir su cama y aprender a ser una buena esposa.

Tenten, sin embargo, no tenía intención de hacer ninguna de las dos cosas. Y la insistencia de su marido estaba empezando a convertirse en una auténtica molestia.

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